jueves, 24 de diciembre de 2015

00204 Las Minglanas

SÍMBOLO DE FERTILIDAD

La granada o punica granatum es también conocida como balaustra, milgrana, minglana, magrana o manglano. Se trata de una fruta con unas excelentes propiedades nutricionales y comparte, al parecer,  junto a las aceitunas, los higos, las uvas y los dátiles el reconocimiento de ser de los primeros frutos domesticados por los humanos con fines alimenticios. En oriente es considerada como un símbolo del amor y de la fecundidad y sus virtudes fueron difundidas por poetas de la talla como García Lorca. De esta forma iniciaba Federico su poema Canción Oriental: "Es la granada olorosa/un cielo cristalizado./(Cada grano es una estrella,/cada velo es un ocaso.)/Cielo seco y comprimido/por la garra de los años./La granada es como un seno/viejo y apergaminado,/cuyo pezón se hizo estrella/para iluminar el campo./...

Leo que el granado era cultivado en tiempos muy remotos al encontrarse indicios de su consumo en tumbas egipcias de 2.500 años antes de la era cristiana. Se cree que los cartagineses introdujeron el granado en la región mediterránea a raíz de las guerras Púnicas, de ahí su nombre propuesto por Linneo: Punica granatum. España es uno de los principales productores del mundo y el mayor exportador europeo.

La granada está considera como una de las superfrutas debido a su gran poder antioxidante y sus propiedades beneficiosas para la salud. Así, además de ayudar a frenar el proceso de envejecimiento y a mantener la piel sana, favorece la circulación sanguínea y reduce la presión arterial. Se trata de una fruta muy diurética que favorece la eliminación de agua y sales a través de los riñones.

Salvada la parte académica, sólo puedo decir que la granada me resulta una fruta muy atractiva, sugerente, con personalidad, sensual e incluso divertida. Más que gustarme en el paladar me seduce su visión. Su color, forma y los pequeños brillantes que atesora ejercen una atracción especial hacia mis sentidos.

Hay paisajes, palabras, objetos o alimentos que en ocasiones las identificamos con alguien. En este caso, cuando veo una granada se me representa siempre la imagen de mi pequeña Jara, experta en comer este fruto. De hecho, las fotografías que acompaño son de las últimas granadas que compré. Me encontraba en una terraza tomando un café y echando un vistazo al periódico. En una frutería cercana observé cómo colocaban cajas repletas de verduras y frutas. No sabría reproducir ahora el género expuesto. Sólo me fijé en las granadas e imaginé la cara que pondría Jara cuando las viera en el frutero de la cocina. Diría un "¡oh, granadas"! A continuación, cogería un plato y una granada, se iría al salón, pondría la televisión y comenzaría con el delicado ritual de disección de la minglana, como se dice por estos lares. No me equivoqué ni en una coma de lo imaginado.
















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