DEMASIADO TARDE PARA CAMBIAR
Soy de los de fácil nudo en la garganta. De los que en más de una ocasión las emociones han jugado una mala pasada. Como se dice ahora, va en mi ADN. Me lo dice y recuerda esta única imagen que aporto a este sentimiento. No es la más significativa, pero se aproxima a mis habituales encuentros con las emociones.
Un simple paisaje, una voz, la música, una contagiosa lágrima, un atardecer, un abrazo, mi gente querida, un poema, un sincero apretón de manos, una profunda mirada, la palabra nunca dicha, la ausencia, el esfuerzo recompensado, mil imágenes, películas que dejaron huella aunque sepa su final, un beso inesperado, el brindis en la nochevieja, el hola y el adiós, los recuerdos y algún regreso, una pintura, un papá te quiero, una caricia sentida, un gesto, un simple paseo en compañía, una carta de las que ya no llegan, la naturaleza, tu sentida alegría, un pequeño pueblo por descubrir, un discurso, un reencuentro, los olores de otro tiempo, cualquier cosa bella, el arte, lo que hay detrás de la niebla, la planta que hay en la escalera, la grafía de mi madre, el perdón de quien me quiere, una llamada en la distancia, una fotografía encontrada..., todo es susceptible de emoción.
Es tarde para cambiar. Tampoco creo que lo desee. Necesito sentir la emoción de la vida, que todo lo que me rodea agite mis sentimientos, más ahora que todo parece perdido.
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