PROFUNDO Y PENETRANTE
No me refiero aquí al olor a humedad de sótano, trastero, casa cerrada o abandono, que aunque por norma general el común de los mortales detesta, a mí tampoco me desagrada. El olor al que hago referencia es un respiro de recuerdo, de calle, parque y jardín mojados, de una mañana invernal en cualquier camino.
Se trata de un olor inclinado y aferrado a la tierra mientras las gotas del rocío se confunden con una lluvia suave y querida. Es una actitud sin presión que empuja sin desvarío hasta lo más profundo del ser. Una ventana abierta a la mezcolanza de recuerdos que despiertan sin esperar respuesta. No hay que hurgar, sólo sentir, respirar.
Humedades iguales pero bien distintas, porque recuerdos y sensaciones, aunque semejantes, también son diferentes. Es una humedad que no se conforma con ser aspirada. Busca complicidad sin condiciones para descubrir algo extraordinario y descansar sobre algo también imaginado.
He visto muchas cosas hermosas y dejado mi corazón por lo menos en un centenar de paisajes con olor a húmedo y limpio despertar. Lástima que mis doloridos huesos estén en desacuerdo con estos cuatro párrafos a los que tengo que poner final.
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