LA VIDA ES COMO UNA CAJA DE BOMBONES...
He comprado cajas de bombones para regalar en numerosas ocasiones,
si bien, en mi vida he adquirido para mí una caja de este preciado tesoro, ni
para tener en casa. ¡Y mira que me gustan!
Me satisfacen desde el momento de abrir la caja. Tan
aparentes y ordenados. Sus formas y colores, su disposición en el estuche,
-nada es azar-, su atractivo aspecto, su aroma, su extensa variedad… Desde
siempre me han llamado la atención las cajas de bombones. Me parecen un símbolo
de bienestar, alegría y felicidad. Son algo mágico. Cuando estás delante de una
caja de bombones, resulta difícil no sonreír o generar un sentimiento de
regocijo.
Cuando no sé muy bien qué regalar, acudo a la caja de
bombones. Es difícil no acertar. Los bombones gustan a casi todo el mundo. Y si
no es así, si hay alguien a quien no le gusta, -hace muy poco tiempo me sucedió,
el agraciado sabe redirigir el destino de la dulce caja. Y es que regalar una
caja de bombones, me da la impresión, no tiene vuelta ni cambio de dirección.
Ver una caja de bombones, es recordar, de forma irremediable,
la magnífica película “Forrest Gump” y la fantástica interpretación de Tom Hanks, quien,
sentado en un banco con una caja de bombones entre sus manos, asevera de forma
acertada que “La vida es como una caja de bombones, nunca sabes lo que te va a
tocar”.
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