UNA TENTACIÓN
Al igual que los churros, las porras me sientan como un tiro
en el pie. Eso no quita para que de vez en cuando, muy de vez en cuando, asuma
el riesgo y disfrute de esta sencilla, tradicional y atractiva masa frita. Tanto
con las porras como con los churros, me pasa como con las patatas fritas,
callos o bombones, -por poner algunos ejemplos de una larga lista-, que si nos
los veo o no los tengo al alcance de la mano, no me acuerdo de que existen.
Pero como se pongan en mi campo visual o me lleguen aromas de su presencia…, ya
la hemos liado. ¡A vencer tentaciones toca!
Es lo que me sucedió con las últimas porras que ingerí. Fue
el año pasado en Granada, en un viaje familiar. El apartamento que habíamos
alquilado estaba en el centro de la hermosa, pero bien hermosa e inolvidable,
ciudad andaluza. Y en el centro también, en la plaza Bib Rambla, se encuentra
la cafetería Alhambra, especializada en churros con chocolate. Todos los días
que estuvimos en Granada, a la ida o a la vuelta al apartamento o de callejeo
al atardecer, pasábamos por delante de este delicioso “pecado”.
P.D. La masa de churros y porras es la misma, la
diferencia es que a los churros no se les añade levadura, y en cambio a las
porras se les incorpora una cucharadita, además de dejar que la masa repose un
poco. Por otro lado, los churros se preparan con boquilla rizada y las porras o
churros de rueda se hacen con manga redonda.
Para preparar la masa se utiliza la misma cantidad de harina
y agua, una cucharadita de levadura o bicarbonato, y un poco de sal.
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