LA COSA VA DE PARANGONES
Y así ha sido como, mientras cortaba y preparaba un tomate para cenar, he llegado a la conclusión de que la cocina y la vida pueden ser muy sencillas, aunque no por ello, exentas de sabor y placer.
El sofocante calor que nos acompaña durante estos días ha mermado considerablemente mi capacidad de acción y también mi apetito. En la cocina, si es posible no encender el fuego de la vitro, mejor que mejor, y ya puestos a pedir, que los alimentos que salgan a la mesa, preferiblemente que estén fresquitos y que no necesiten de mucha manipulación. Y es entonces, bajo estas premisas, cuando aparece el rey de la huerta: el tomate. El siempre auxiliador y delicioso tomate.
En esta ocasión voy a invertir el mínimo esfuerzo posible. No creo que se pueda superar. Bastará con lavar el tomate, sanearlo, cortarlo en recias rodajas y aliñarlo con unos dientes de ajo picados, un buen aceite de oliva virgen y sal. ¡Nada más! Ni acompañamientos ni predicamento alguno. Hoy no toca. Ni abrir una lata. ¡Y qué bueno está el condenado! Sólo él se basta y se sobra.
Mientras me recreaba con tan deliciosa exquisitez, se me ha antojado que la vida es como este tomate. Para disfrutarla no es necesario disponer de muchos productos y accesorios a tu alcance. Será suficiente con tener uno y sacarle el máximo provecho y sabor posible. La vida, y cada día estoy más convencido de ello, está llena de deliciosos tomates a nuestro alcance.
No hay comentarios:
Publicar un comentario