
Cuando veo este molusco no puedo dejar de acordarme de aquellos días en los que llegué a pescarlos. No había tantas prohibiciones. No recuerdo muy bien la playa vizcaína donde me ejercité en su captura. Era muy divertido. Solo eran necesarios un cubo, un kilo de sal y algo de pericia.
Son animales que se esconden bajo las arenas de los litorales y muy confiados, por cierto. Me explico. Al introducirse en la arena dejan "su puerta abierta". Se olvidan de tapar el agujero que han hecho y eso les delata. Solo hay que introducir un poco de sal en el orificio y a esperar a que salgan. Cuando asomen, nuestros dedos índice y pulgar los capturarán. Luego está la versión más industrial, que a mí particularmente no me gusta aunque reconozco que es más efectiva, que consiste en introducir por el orificio una varilla con un pequeño arpón en el extremo y una vez atravesado el molusco, sacarlo a la superficie. No hay que inclinarse ni esperar. Solo introducir la varilla y capturar una y otra vez.
Hasta que descubrí las navajas en tempura siempre las había comido a la plancha. Así me parecen exquisitas, aunque también las he probado en arroz, con patatas y con tomate. Están bien, pero me da la impresión de que pierden sabor y su tersa textura. Cuestión de gustos.
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