viernes, 13 de marzo de 2015
00029 Casa Museo Juan Ramón Jiménez
YUNQUE DE PLATERO, TRES LETRAS
Quería imaginar sus pasos calzados de soledad. Adivinar su cara
infantil llena de luz y también de mar. Mirarme en ese mismo pozo en el que
hizo que se reflejara Platero. Intuir cómo fueron los dieciocho años que pasó en este lugar. Tarde mágica e inesperada. Tarde de
sensaciones y despertar de curiosidades. E imaginar, recrear, intuir y gustar
más si cabe. Este podría ser el resumen de las horas que pasé en la Casa-Museo “Zenobia y Juan Ramón”, en la onubense Moguer.


“Nací en Moguer, la noche de Navidad de 1881. Mi padre era
castellano y tenía los ojos azules; y mi madre, andaluza, con los ojos negros.
La blanca maravilla de mi pueblo guardó mi infancia en una casa vieja de
grandes salones y verdes patios. De estos dulces años recuerdo que jugaba muy
poco, y que era gran amigo de la soledad..” , escribiría Juan Ramón Jiménez.
Ahora, la casa está totalmente rehabilitada
para atesorar parte de su legado personal y cultural. Se trata de un edificio
del siglo XVIII y su creación como Casa-Museo se remonta al año de la concesión
del Premio Nobel al poeta moguereño.

Aquí se guarda toda su biblioteca, así como los muebles y otros enseres del piso que el matrimonio
tenía en la calle Padilla, 38 de Madrid, depositados en el Museo Romántico al
salir el Matrimonio Jiménez-Campubrí para el exilio. Una Casa-Museo que abrió
sus puertas al público al poco tiempo de la muerte del poeta.


Se trata de una casa “de
dos plantas, dentro del más puro estilo andaluz: con patio central cubierto con
montera de cristal, otro exterior y corrales, donde está el establo y una
estatua de Platero en bronce, del escultor León Ortega. La planta baja está
formada por siete habitaciones dedicadas a albergar la Biblioteca particular
del Poeta y su Hemeroteca, de un valor incalculable con sus más de 7.500
Revistas y 4.000 Libros, el Centro de Estudios Juanramonianos con sus salas de
lectura y conferencias y las oficinas de la Fundación. Las zonas nobles de esta
planta baja tienen solería marmórea, mereciendo destacarse el patio interior,
en cuyo centro se encuentra el famoso aljibe esculpido en una sola pieza de
mármol alabastrino, preciosamente descrito, como tantas otras partes de la casa
y del pueblo, en un capítulo de Platero y yo”.
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