Los Mallos de Agüero viven eclipsados por los más afamados de
la vecina localidad de Riglos. No son tan altos, permanecen más ocultos a los
ojos del viajero de paso y casi con toda seguridad, aparecen en un menor número de publicaciones.
Pero con todo, son igual de fascinantes y “amables”, sobre todo, a los que el
Señor no nos ha llamado para el arriesgado deporte de la escalada.
Estos Mallos son una estribación de la Sierra de Santo Domingo
y hacen de vigía y guarda de la población de Agüero. Aunque me gusta más decir que localidad y piedra
se hacen mutua compañía en la soledad de la serranía.
Mallos y pueblo regalan una atractiva postal a su entrada. Pueblo y
mallos prometen no ser olvidados en la despedida.
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