ALGO CURIOSO E INUSUAL
No descubro nada al decir que el huevo es uno de los alimentos más versátiles y que se presta en la cocina a la proposición de cualquier método imaginable. Un alimento, el huevo, que se valora en cualquier clima y tradición culinaria.
Pensaba que los había gustado ya de todas las maneras posibles: al plato con jamón, fritos con patatas y algún sólido acompañamiento, duro en ensaladas, rellenos, con bechamel, pasados por agua, en guiso, con tomate y acompañados con chirlas, una de las muchas especialidades de mi hermano Antonio y que están para "llorar", de exquisitos, por supuesto, a la plancha... Pero no, me faltaban por probar los huevos a la brasa. Nunca se me hubiese ocurrido.
En una de esas tardes, qué importa el lugar, de comida larga y larga compañía, y de conversación interesante a la par que intrascendente, se escuchó una voz: "¿Quién quiere ahora unos huevos a la brasa?"
El botón superior de mi pantalón hacía ya unas cuantas mordidas que iba por libre, pero ¿cómo negarme a tan curiosa invitación? Mi anfitrión ya adelantó que iría para largo pero que merecía la pena probarlo. Y así fue, lo uno y lo otro. El tiempo no lo recuerdo con exactitud porque, entre otras cosas, me resulta muy difícil medirlo cuando estoy a gusto y en grata tertulia y paisanaje. En cuanto a su sabor, este sí que lo recuerdo como si fuera ayer. Y ya han caído unas cuantas hojas del calendario.
A medio camino entre pasado por agua y duro, allí estaba el moreno ejemplar con un sabor nuevo, bien distinto. La porosidad de la cáscara de huevo había dejado pasar a su interior todos los aromas del sarmiento y resto de leñas para dotarle de un sabor especial y bien recordado.
Brasa, parrilla, huevo fresco, tiempo, alguna vuelta de vez en cuando, pelar y... buen provecho!
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