DE TODO UN POCO
He aquí un ejemplo; intrascendental, pero sirva como efectivo ejemplo, hasta dónde pueden llegar mis dudas. De la misma manera que me agotan y siembran de dudas las cartas de los restaurantes con muchas referencias y sugerencias, es para mí una gran tesitura cuando se me ofrece un par de huevos fritos y tengo que elegir uno de sus acompañamientos: jamón, chorizo, longaniza o panceta. ¡Qué horror! ¡Si me gusta todo! ¡Si todo me apetece! Cómo dejar a un lado el tradicional jamón pasado por la sartén o la grasosa untuosidad del chorizo. Cómo descartar el especial sabor de la longaniza o el crujir de la deliciosa panceta. No, no es posible. Seguro que alguien me comprende.
Llegado el caso, tal debe de ser mi cara de desconcierto, que sin yo decir nada, se me brinda la posibilidad de probar de todo un poco. ¡Y cómo lo agradezco! En primer lugar, por lo monumental y deliciosa propuesta. Y por supuesto, por no obligarme a decidir. Ya me gustaría que todas las dudas se disiparan de forma tan amable y sin margen de error.
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