sábado, 26 de noviembre de 2022

01068 A Fuego Lento

 SIN PRISAS


En los inicios de este caleidoscopio vital compartí ya mi gusto por el conejo al ajillo. Un cocinado rápido, sencillo y sabroso. Pero el que traigo en esta ocasión, tiene un plus añadido; lo aprendí de mi hermano Antonio. Sigue siendo sencillo, más que sabroso y su gracia estriba en el tiempo de cocinado. En este guiso, tal y como él me decía, "hay que olvidarse de las prisas y recrearse en su elaboración y en los aromas que desprende. A fuego lento, generoso con los ajos, y ver como las  piezas de carne del pequeño animal se van dorando poco a poco. Un guiso de los de copa de vino a mano y plácida conversación". Y así fue como lo asumí.

La primera vez que se lo vi cocinar invertimos buena parte de la mañana en la cocina. Fue un sábado sin prisas, de disfrute y de mucha conversación en torno, ya no solo al guiso del pequeño mamífero, sino a otras especialidades gastronómicas que conformarían a la postre una prometedora y copiosa comida. Como a él le gustaba obsequiar.

La mañana se llenó de gratos aromas, pero sobre todos ellos prevaleció el que desprendía la cazuela que contenía el conejo con ajos. Un olor inconfundible, grato, de los que destilan seguridad. Mientras la carne iba tomando un atractivo y dirigido color dorado en la quietud de la cazuela, solo alterada por pequeños movimientos que Toño practicaba de vez en cuando asiendo las asas del recipiente, nos despachamos una buena conversación, cuyo contenido intrascendente pero ameno, mojamos con un caldo de Ramón Bilbao.

El guiso resultó delicioso, de los de chuparse los dedos. Y nunca mejor dicho, pues es obligado comerlo y saborearlo con los dedos, que se pringuen hasta que cueste separarlos. Y despacio, como su elaboración. La cocina es recuerdo sí, y hoy con este conejo al ajillo de Toño, el recuerdo se torna añoranza.

Ingredientes: 1 conejo cortad a pequeños trozos, 2 cabezas de ajos, 1 vaso de vino blanco, aceite de oliva virgen extra y sal.

Elaboración: Freír a fuego muy suave los trozos de conejo en media docena de cucharadas de aceite de oliva virgen extra. Cuando la carne comience a coger color, la sacamos del fuego y reservamos. En el mismo aceite de freír el conejo incorporamos pelados los dientes de ajo de dos cabezas. Sofreír a fuego también muy suave. Cuando los dientes de ajo comiencen a dorarse, incorporamos las piezas de conejo que tenemos reservadas y sofreímos durante unos 15 minutos, siempre a fuego muy suave. Transcurrido este tiempo, incorporamos el vaso de vino y dejamos cocinar a fuego suave hasta que se evapore todo el líquido. Este proceso nos puede llevar una media hora. Servir caliente.


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