viernes, 11 de noviembre de 2022

01064 El Sándwich a lo Bestia

COMO UNA FIESTA


En algún momento de esta larga lista de cosas que me gustan, he comentado ya mi afición a los sándwiches. Una inclinación alimenticia que me viene desde lejos, desde la infancia, y aunque parezca una tontería, su sola presencia delante de mi vista, me hacía y me hace feliz. Tengo la costumbre de encontrar la felicidad en las cosas más insospechadas. A veces, hasta yo mismo me sorprendo.

Si por mí fuera, saldría a sándwich diario. Hubo un tiempo, bendito tiempo aquel, que esa era mi costumbre; todos los días para cenar me metía entre pecho y espalda un delicioso y crujiente sándwich. Las noches que me venía arriba, dado que la sandwichera doméstica ofrecía la posibilidad de elaborar dos sándwiches a la vez, me preparaba un par de sencillos emparedados con lo que encontraba por el frigorífico; desde los populares bikinis de jamón y queso, hasta los de sobrasada y queso, foie gras y queso... y alguna que otra excentricidad. Los saboreaba en cuatro triángulos, pues así quedaban marcados por la sandwichera. ¡Y qué buenos estaban! En algún momento que no alcanzo a recordar, dejé aparcada tal afición diaria, para espaciarla en el tiempo. No podía ser de otra manera.

Cuando mis hijas eran pequeñas, festejaban, al igual que yo, la presencia del sándwich a la hora de cenar. No era algo habitual, pero en ocasiones nos gustaba darnos un homenaje. Además, era la forma de cenar juntos. Entre mi acaparador y egoísta trabajo, y sus tardías clases de ballet, era difícil que coincidiéramos a la hora de la cenar.

Los tiempos han cambiado, y no poco. Ahora, la ingesta de un sándwich es más festiva que nunca. Acostumbra a coincidir con algún momento en el que mi lid con la báscula está a mi favor, o cuando me digo, "ya está bien de tanto penar". Es entonces cuando me desmeleno, -es una forma de hablar, dada mi calvicie-, y me preparo un sándwich a lo "bestia", como así un día lo bauticé. Se trata de un sándwich de dos pisos, con el pan de molde tostado con mantequilla, y en cuyo primer piso se dan cita la lechuga, el tomate y un pelín de mayonesa. En la segunda planta se dan cita el beicon ahumado y un huevo a la plancha. Como complemento, el sándwich en cuestión va acompañado de una cerveza de tercio y unas patatas fritas. El día que esto sucede, no más de tres al año, no estoy para nada ni para nadie. Mi concentración a este placer es máxima, y mi dedicación a él,  absoluta. Despacio, saboreándolo, recreándome en él. Nunca se sabe cuando será el próximo.

 







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