
Color y sabor en su más delicada esencia. La naturaleza apremia a las tierras de huerta. Habrá que esperar para sus frutos unos cuantos amanaceres y algún que otro frío imprevisto. Merece la pena la espera antes de que llegue el frescor y verdor de la huerta entera. Ya imagino el festival de hortalizas invitando a carnes, legumbres, arroces y pescados a que se aposten a su vera, a compartir en un plato momentos de excelsa grandeza, humilde y ligera.
Ya apetece que la huerta de veras, la de agua, sol y paciente laboreo, se pasee por la mesa.
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