La que ahora traigo hasta aquí es de reciente adopción. Es obra aprendida en casa de mi amiga teatral y vecina María Pilar, quien recientemente nos invitó a su casa para saborear unos deliciosos ibéricos salmantinos. Debió parecerle poca cosa y sobre la mesa, además de los excelsos ibéricos, sumó otras opciones, entre ellas, un salmón ahumado con patatas. Me pareció curioso e interesante.
Tan sencillo, me dijo, como hervir unas patatas ya cortadas a láminas, darles el punto de sal y disponer sobre ellas salmón ahumado, pimentón rojo, dulce o picante, y un buen aceite de oliva. O dicho de otra manera, imitar la confección del pulpo con cachelos, en versión salmón ahumado.
Me resultó muy grato al paladar y muy efectivo. Tal y como ya he comentado en alguna que otra ocasión, soy muy dado a poner nombres propios a algunos platos. Así que es obvio decir, que este, en casa y en mi recuerdo, ha pasado ya a denominarse el "salmón de María Pilar".
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