Una de mis muchas aficiones y que practico con especial deleite, es "ir de pueblos". Me gusta conocer y transitar por pequeños lugares a la búsqueda de detalles, rincones y olores que solo estos son capaces de regalar. Todos, absolutamente todos, guardan algo especial que los hacen únicos y que dejan su particular sello en mi recuerdo. De todos cuantos he visitado, siempre me he traído de regreso a casa una sensación, una imagen o algo aprendido de alguna improvisada conversación. Me resulta gratificante "ir de pueblos".
Creo recordar que por alguna entrada de este caleidoscopio vital ya he dejado escrito otro particular reto en el que ando inmerso y que no es otro que lograr visitar todos los pueblos y núcleos de la provincia de Huesca. A esta alturas, debo sumar ya la mitad, más o menos.
Hoy traigo hasta aquí el pequeño municipio de Lascuarre, en la comarca de la Ribagorza, en la parte baja del Valle del Isábena. Fue una visita rápida, excesivamente apresurada para mi gusto, pero no por ello dejé de percibir su encanto. El transitar por sus calles y callejas resultó grato y sugerente, mientras la mirada se recreaba entre la siempre atractiva arquitectura popular. Los detalles saltaban a la vista: curiosos llamadores, ventanas enmarcadas por sillares, escudos de armas y pasos bajo arcos que nos llevan a tiempos medievales. Algunos de sus edificios todavía hablan de su pasado de esplendor, de cuando a mediados del siglo XIX la población superaba los 900 habitantes. Un siglo más tarde, la despoblación, como en tantos otros municipios rurales, pasaría factura, para dejar la población actual en torno a los ciento cincuenta vecinos.
En lo más alto del núcleo urbano emerge la iglesia parroquial de la Asunción de la Virgen, uno de los edificios más representativos del gótico aragonés. Leo que "originariamente fue un templo románico documentado en el año 1092 y empleado como templo del castillo. Dedica su altar mayor a la Asunción de la Virgen y presenta nueve capillas laterales en las que habría al menos ocho altares dedicados a distintos santos. Destaca la techumbre estrellada, la portada plateresca y el campanario hexagonal".
Los restos de su recinto amurallado, su castillo, ermitas y una mirada al silencioso paraje que lo rodea, me hizo prometer una nueva y pronta visita, más pausada, más atenta.
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