AL ABRIGO DEL FRÍO
Cuántas veces me repetí y repitieron, "afuera hace mucho frío". Tantas como desánimos, insatisfacciones y caprichos incontrolados salían al paso. Sabía, efectivamente, que afuera hacía mucho frío, pero nunca pude imaginar, que llegado el caso, fuera tan helador, insolidario y mezquino.
Me lo han vuelto a recordar dos imágenes que recupero para este blog tras un mes de inactividad y que capté en un pequeño huerto de un pueblo de la montaña cuando llegaban los primeros fríos anunciadores del pronto invierno. Alguien, sabedor también del frío que se avecinaba, abrigó media docena de tomates. Me pareció una imagen curiosa y significativa, e incluso llegué a elucubrar sobre el sentir y la querencia que el anónimo hortelano pudiera tener hacia esa media docena de verdes tomates. Quise entender que no eran unos simples tomates; se trataba de los tomates, los últimos y tardanos de la temporada. Y pensé también que si éstos tuvieran alma, serían almas agradecidas hacia alguien, que ante su falta de defensas, se había ocupado y preocupado de su abrigo. Por un momento sentí hasta envidia de esos frutos y hasta quise ser tomate. Fue sólo un instante de pensar desagradecido en medio de una desmedida obsesión. A mi mente y mi pesar fueron apareciendo abrigos cercanos y queridos. Sí, afuera hace frío, es cierto, pero no tanto cuando hay hortelanos que te abrigan de la desazón y el desconsuelo.
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