DE CUALQUIER MANERA
Alimento de socorrida despensa, el jamón es una de las viandas más amables y agradecidas que conozco. En mi entorno más próximo, estoy pensando que no sé si hay alguien a quien no le guste tan preciado sustento.
Según leo, durante mucho tiempo, el comer carne de cerdo era símbolo de nobleza y señorío, y todo lo que estaba en relación con su sacrificio y elaboración era signo de distinción. La elaboración y producción de de jamones se produjo en Roma durante siglos. En numerosas publicaciones se puede ver que por aquel entonces se seguían más o menos las mismas fases de curación que se realizan hoy en día. Como dato curioso se señala que en la antigua Tarraco, Tarragona, se producían jamones, y que en Conesa , municipio que se localiza en la comarca catalana de la Cuenca del Barberá se encontró un jamón fosilizado, que tenía unos dos mil años de antigüedad.
Husmear en la historia del jamón me ha llevado a recordar mis primeros encuentros con tan noble alimento que "regala" un no menos noble animal: el cerdo. Y como suele ocurrir con tantas otras cosas, es obligatorio recurrir a los cajones del recuerdo de mi infancia. Y como en tantas otras ocasiones, la casa de mis abuelos maternos, en Alcalá de Gurrea, se convierte en nostálgico epicentro. En esos instantes, el jamón sabe y huele a fiesta, a bodega y humedad, a gusto inenarrable, a penumbra donde todavía hoy veo la silueta de mi abuela Genoveva con el cuchillo de cortar jamón y tras desposeer a la colgada pieza de un trapo blanco cortaba y jalonaba la roja carne. Todavía puedo oír la voz de mi abuela diciéndole a mis tíos Julián o Segundo, "anda baja a la bodega y córtales unas "chullas" de jamón a los críos". Allí, sólo allí empieza mi relación con tan ilustre manjar.
El jamón es recurrente e improvisado compañero de desayunos, meriendas y cenas. Sólo o acompañado de queso y vino. Entra sin querer. Todo es ponerse. Marida con el amigo, con el desconocido, con la fatiga y hasta con un simple bocadillo. Invitado de excepción en guisos, pastas, croquetas, ensaladas y verduras... Y cuando llega a su fin, generoso su hueso para otro yantar, para otro festín. Enfín, qué más decir.
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