viernes, 12 de junio de 2015

00056 Los Días de Bruma

AMABLE INCOHERENCIA 

No sé si lo he dicho ya, pero soy más de luz y de sol que de oscuridades y días grises. Y aunque intento ser coherente con mis pensamientos y actos, no siempre lo consigo. La perfección no se ha fijado en mí, y  de vez en cuando, y hasta en los gustos, aparece algún que otro chirrido. Ejemplo, el caso que nos ocupa en esta entrada de blog.

¿Cómo gustándome los días de canícula pueden atraerme brumosos paisajes? Me lo he preguntado en más de alguna ocasión. Como dice una amiga, "entre tanto bocadillo de jamón, uno de chorizo pamplonica sienta fenomenal". Algo así debe ser.

El caso es que efectivamente, los días de bruma me atraen. Será por lo que tienen de enigmáticos, de solitario paisaje, de apagado silencio. Será porque la holgazana imaginación se pone a trabajar; no le queda más remedio. O por el especial olor del ambiente que lo invade todo.

En ocasiones, los días brumosos son un respiro, un alivio, un cambio de decorado para otra interpretación improvisada. Pocas huellas que contar y mucho que adivinar. El indefinido horizonte lucha su protagonismo entre formas desdibujadas. El pensamiento no encuentra fácil acomodo y el caminar se vuelve más delicado, más pausado, algo más meditado.

En un día cualquiera de bruma, nada parece estar,  pero todo se siente.





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