PAZ Y FERTILIDAD
Me gustan los árboles en general. Me resultan muy plásticos a la vista y despiertan mis emociones si están dormidas. Me siento muy cómodo en su contemplación. Poco a poco los iré trayendo a este "cuaderno vital".
Y como por alguno hay que empezar, lo haré con el olivo. También es cierto que es del que más imágenes he capturado en paseos y excursiones. Me resulta muy atractiva su fisonomía. Su tronco, sus raíces centenarias al descubiero son muy sugerentes, al igual que su historia.
El olivo es un árbol muy arraigado a la cultura mediterránea y aunque resulta, según he podido leer, muy difícil precisar la zona exacta donde se cultivó por vez primera, las investigaciones parecen sugerir que sus orígenes habría que buscarlos 4000 años AC en la antigua Mesopotamia. En monumentos egipcios es notoria su presencia y en la cultura judía está muy presente tanto el árbol como sus hojas, frutos y "néctar". La Antigua Atenas estuvo decorada con jardines donde el olivo fue la planta fundamental del ornamento; nadie podía cortarlos o herirlos sin sufrir sin sufrir la pena del destierro.
Fuente de inspiración de poetas, el olivo y los olivares son un espectáculo en sí. De los muchos poemas sobre el olivo, dejo aquí,
para el recuerdo y deleite, uno de Antonio Machado, cuasi aprendido en un aula cualquiera de mi infancia.
¡Viejos olivos sedientos
bajo el claro sol del día,
olivares polvorientos
del campo de Andalucía!
¡El campo andaluz, peinado
por el sol canicular,
de loma en loma rayado
de olivar y de olivar!
Son las tierras
soleadas,
anchas lomas, lueñes sierras
de olivares recamadas.
Mil senderos. Con sus machos,
abrumados de capachos,
van gañanes y arrieros.
¡De la venta del camino
a la puerta, soplan vino
trabucaires bandoleros!
¡Olivares y olivares
de loma en loma prendidos
cual bordados alamares!
¡Olivares coloridos
de una tarde anaranjada;
olivares rebruñidos
bajo la luna argentada!
¡Olivares centellados
en las tardes cenicientas,
bajo los cielos preñados
de tormentas!...
Olivares, Dios os dé
los eneros
de aguaceros,
los agostos de agua al pie,
los vientos primaverales,
vuestras flores racimadas;
y las lluvias otoñales
vuestras olivas moradas.
Olivar, por cien caminos,
tus olivitas irán
caminando a cien molinos.
Ya darán
trabajo en las alquerías
a gañanes y braceros,
¡oh buenas frentes sombrías
bajo los anchos sombreros!...
¡Olivar y olivareros,
bosque y raza,
campo y plaza
de los fieles al terruño
y al arado y al molino,
de los que muestran el puño
al destino,
los benditos labradores,
los bandidos caballeros,
los señores
devotos y matuteros!...
¡Ciudades y caseríos
en la margen de los ríos,
en los pliegues de la sierra!...
¡Venga Dios a los hogares
y a las almas de esta tierra
de olivares y olivares!
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