domingo, 26 de enero de 2025

01578 Las Croquetas de Pollo

 EL DÍA DE LAS 92 CROQUETILLAS


Las prisas, dicen y corroboro, son malas consejeras. El caso, es que hace unos días se nos complicó en casa la mañana y se nos hicieron algo más de las dos de la tarde. ¡Horror! Y la comida sin hacer.

Como quiera que en ese momento nos encontrábamos en un gran supermercado, decidimos comprar algo para comer que no tuviera excesivas complicaciones y fuese rápido de preparar. Nos decantamos por una pasta fresca rellena y uno de los pollos asados que acababan de sacar al mostrador. En condiciones normales, hubiésemos pasado revista al ave asada. Es decir, que tuviese un buen tamaño, ni muy grande ni muy pequeño, que su piel se mostrara un tanto rustida y a la que no le faltara salsa. Con estas premisas, es muy, muy difícil que el pollo asado no esté en óptimas condiciones. O por lo menos, es lo que yo pensaba hasta ese día de autos. Lo cierto es que no perdimos mucho en la elección y supervisión del popular alimento.

Cuando llegamos a casa, hicimos la pasta que aliñamos simplemente con aceite y troceamos el pollo que todavía guardaba calor. Con la primera incisión del cuchillo pude observar que algo me decía que habíamos cometido un error. Las pechugas no se cortaban con la habitual facilidad y de las extremidades del ave se desprendían unos hilillos rojos. Vamos, que estaba rematadamente crudo. Tanto, que apenas pudimos darle un par o tres de bocados.

Tras expresar una mezcla entre enfado y decepción, la primera idea fue echar el pollo directamente a la basura. Tal barbaridad duró lo que un breve pensamiento. ¡Qué barbaridad! ¿Cómo íbamos a tirar un pollo, aunque estuviese mal asado? De eso nada. Para qué están los croquetas que todo lo aguantan.

A media tarde, armado de paciencia y valor, me dispuse a arreglar el desaguisado. Corté el pollo en pequeños trozos y los pasé por la sartén con un poco de aceite de oliva. Mientras se acabada de freír el pollo, preparé una bechamel con cebolla y nuez moscada. Incorporé el pollo a la bechamel y cuando la masa/salsa estuvo casi a punto, la pasé por el brazo de cocina para dejarla bien cremosa. La dejé reposar y al día siguiente elaboré 92 redondas croquetas que, previo paso por huevo y pan rallado, acabaron en el congelador.

Llevamos un par de domingos tomándolas a modo de aperitivo. ¡Cómo están de buenas! Y pensar que estuvimos a punto de privarnos de este pequeño placer. Una vez más, la máxima de "en esta casa no se tira nada", se hizo, afortunadamente, valer. 





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