en el crujir de las hojas secas.
Allí donde terminaba la música
y tu cuerpo se cimbreaba
al compás de un sutil soplo,
apenas percibido por las hojas.
Irradiabas belleza y alegría
en competencia desigual,
con un paisaje sereno y armonioso,
donde solo mis ojos eran capaces
de dirimir tal contienda.
quise a gritos pronunciar tu nombre,
empujado por el deseo
de un corazón solitario y nostálgico.
Toma mi mano, musité.
Llévame contigo
hasta que la noche conquiste el día
y mi cuerpo necesite descansar
a la orilla de tan deseada fantasía.
Acoge este sueño,
y arrópalo entre tus senos,
acarícialo sin descuido,
cúbrelo de besos y susurros
e imprégnalo con tu perfume,
antes de que mañana,
la luz,
lo borre todo.
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