DE LA MARQUESA DE PARABERE
Hace unos días estuve comiendo en casa de mi hermana Gemma.
Siempre es un placer, no solo comer sus delicias culinarias, sino estar con
ella. Le gusta la cocina y no se le da nada mal. De ella he aprendido un buen
número de recetas. Es inquieta y acostumbra a probar nuevos guisos y cocinados,
con lo que con frecuencia nos sorprende con alguna exquisitez.
En esta ocasión, no recurrió a novedad alguna, sino que los
comensales fuimos obsequiados con un budín de merluza que aprendió a cocinar
hace muchos años. Diría que data de sus inicios por la afición a la cocina. Yo
casi no lo recordaba, pero me pareció delicioso.
Le pedí la receta para sumarla a mi recetario, pero en la
sobremesa se nos fue el santo al cielo, dale que te dale a la lengua, hasta que
llegó la hora de regresar a casa. Ya en el ascensor, le recordé que me tenía
que hacer llegar la receta del pastel. Me dijo que sí y nos despedimos con los
dos acostumbrados besos.
Pasaron los días sin noticia de la receta. En una posterior
visita a su casa, le recordé que todavía no me había enviado la receta del budín de merluza. Se sorprendió de su olvido. Me dijo que se trataba de una
receta de la Marquesa de Parabere, con cuyas doctrinas se inició en la cocina.
Entonces recordé que, efectivamente, en un tiempo, la Marquesa
de Parabere llegó a ser como de la familia. No había plato de “postín” que no
llevara la firma de la bilbaína María Mestayer Jaquet, que es así como en
realidad se llamaba la “marquesa”. Me acordé también que en su día leí algunos
artículos sobre la figura de esta mujer emprendedora, uno de los personajes más
sorprendentes de la gastronomía de la posguerra española y que escribió varios
libros de cocina, además de abrir su propio restaurante. Lo poco que llegué a
leer sobre ella me pareció fascinante.
Jamás tuvo el título de marquesa, a no ser de la gastronomía
y la cocina. Sus libros, escritos a comienzos del siglo pasado, siguen estando
presentes en muchas cocinas de nuestro país, incluso el que publicó hace 90
años, “La cocina completa”. Todavía se venden miles de ejemplares.
Hija de diplomáticos franceses, María Mestayer nació en
Bilbao en 1887, si bien pasó su infancia en Sevilla. Años después volvería a
Bilbao, alternando su estancia allí con numerosos viajes por Europa donde
conocería a personajes como Marcel Proust, Búfalo Bill, el hermano del Zar o la
princesa Tatiana.
A María le apasionaba la literatura. Descubriría a la
escritora francesa Gabrielle Anne de Cisternes de Courtiras, más conocida como
la condesa de Dash. El pseudónimo de la novelista francesa le inspiraría para
tener el suyo, que lo tomaría de una de sus novelas titulada “La Marquise de
Parabère”, publicada en 1859.
Madre de ocho hijos, con cerca de 50 años, y una trayectoria
reconocida, se traslada a Madrid en 1936, con cuatro de sus vástagos, para
poner en marcha un restaurante. Ubicado en la calle Cádiz, 9, cerca de la
Puerta del Sol, no tardó en convertirse en un referente gastronómico de la
capital.
A los tres meses de su apertura estallaría la Guerra Civil
española. En julio de 1936, el restaurante sería incautado por el sindicato de
hostelería de la CNT y María pasaría a ser “la camarada marquesa”. A duras
penas, el “Parabere” aguantaría el asedio de 1.000 días a Madrid.
En 1941, el restaurante se trasladaría al madrileño barrio
de Salamanca. La posguerra, la tensión política, las deudas, amén de la
competencia, obligarían a la marquesa a cerrar su restaurante en 1944.
No regresó a Bilbao, ya que las tropas franquistas habían
saqueado su casa. El 20 de noviembre de 1949, a los 62 años de edad, fallecería
a causa de una complicación en la diabetes que padecía. En ese momento, estaba
trabajando en una “Enciclopedia” culinaria, llamada a ser un referente. Había
ideado hasta 12 tomos, cada uno dedicado a un producto.
Traslado a continuación la receta original del “Budín de
merluza” con mayonesa de la Marquesa de Parabere, en la que se inspiró el
prestigioso cocinero vasco Juan María Arzak para crear su popular y aclamado “Pastel
de Cabracho” y que está recogido en este blog en la entrada número 00394.
Para la mayonesa: 3 yemas de huevo, medio litro de aceite,
sal, pimienta, pimienta de Cayena y 6 ó 7 pepinillos grandes para para adornar
el budín.
Procedimiento.- Confecciónese un caldo con agua, vino
blanco, 50 gramos de cebolla partida en trozos, perejil, sal y pimienta, y
cuando haya hervido durante treinta minutos, échese el trozo de merluza, que ha
de ser cogido de la parte gruesa de la cola; para obtener un kilo de merluza
limpia de espinas y pellejo, habrá que adquirir un kilo y cuarto de merluza (más bien algo más);
tápese la cacerola y hágase cocer muy despacio (sin que hierva apenas).
Póngase la miga de pan en una taza, échese por encima la
leche hirviendo y déjese remojar.
Póngase en una sartén tres cucharadas de aceite; caliéntese y
añádase lo restante de la cebolla cortada en trozos; dórese; añádase el diente
de ajo y a continuación los tomates mondados y sin pepitas; añádase una rama de
perejil y déjese cocer hasta que espese mucho; conseguido esto, pásese por el chino
y sazónese con azúcar, sal y pimienta. Resérvese.
Nota.- Siendo tomate de conserva, se procederá lo mismo.
Ya cocida la merluza, escúrrase y déjese perfectamente
limpia de espinas y pellejos; pésese hasta obtener el kilo necesario, y
desmíguese con un tenedor. Caliéntese la mantequilla en una sartén; en cuanto
se haya derretido (no ha de freír) añádase la merluza, así como la miga de pan
bien exprimida; rehóguese un poco, agréguese la salsa de tomate, salpiméntese y
retírese del fuego; añádanse las yemas de huevo y, una vez bien mezclado todo,
agréguense las claras de huevo batidas a punto de nieve: échese el conjunto en
un molde redondo y liso bien untado de mantequilla y póngase a cocer al baño de
maría; primero, encima de la chapa, y cuando rompe el hervor, en el horno.
Mientras cuece, confecciónese una mayonesa bien
condimentada.
Ya cuajado el budín (se conoce cuando el centro ofrece cierta
resistencia al tacto y se despegan los costados del molde) retírese del horno,
espérese unos minutos y vuélquese a una fuente (se ha de aguardar unos minutos
para que no se parta). Viértase por encima la mayonesa, que no ha de ser demasiado
espesa para que corra bien y quede bien cubierto el budín (no se echará hasta
el momento de servir); adórnese con pepinillos. Estos se cortan en tiras y se
colocan formando un enrejado.
Nota,- Si se quiere más suculento, adórnese con colas de
langostinos o de cigalas y tomates rellenos con ensalada rusa. Se sirve
caliente o frío, a voluntad.
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