jueves, 22 de diciembre de 2022

01085 Las Tostadas de Pecado

 UNA PEQUEÑA HISTORIA SENTIDA


La báscula me aconseja últimamente que tenga cuidado con las cenas y que sea más bien parco. Intento hacerle caso, pero me cuesta. Hay días en los que la ansiedad viene a visitarme y no hay manera de controlarla. Hago algunos amagos, juego al despiste, me entretengo con un café y un cigarrillo, ingiero poca cosa y supero el momento cena. Pero hay otros que, por más que me haga el despistado, no consigo vencer la inquietud que, llegado este momento del día, se apodera de mí. Cuando esto sucede, voy directo al grano y me dejo de tonterías. Para qué sufrir más de lo debido. Es cuando recurro a mis "tostadas de pecado".

Tengo un buen muestrario de ellas, pero hay una con la que gozo sobremanera: tostada de tortilla francesa con jamón pasado por la sartén. Un combinado que me hacía mi abuela Genoveva en mi infancia y que me sabía a manjar de dioses. Aquella tostada que hoy llamo de "pecado" lo tenía todo a su favor. El pan de hogaza del horno del señor Antonio, en Alcalá de Gurrea, a escasos metros de la casa de mis abuelos, y que tan feliz me hacía visitar cuando tenía que ir a recoger algún encargo de la abuela. Cosas de niños. La tortilla floja hecha con los huevos de las gallinas de casa. Y el jamón de la matacía impregnado de olor a bodega. Una buena "chulla" pasada ligeramente por la sartén. 

Todo eso ya es historia; una historia sentida. Ahora, hay que conformarse con lo que toca, si bien la combinación de alimentos me sigue pareciendo deliciosa. Me gusta, llegado el caso, disfrutar de cada sencillo y humilde bocado de esta tostada de "pecado", porque nunca sé cuándo se volverá a presentar una nueva oportunidad. Cuándo la ansiedad y la inquietud se darán de nuevo cita a la hora de la cena.




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