Me gustan los buenos días de firme mirada, sin interrogantes, de los que no hay que recoger atenazado. Libres de acertijos, rotundos y redondos como los ojos chispeantes que regalan su inmensa alegría. Buenos días que acortan distancias y huelen a limpio, a lavanda recién acariciada. De los que no hacen falta excesivas palabras para expresar el deseo postulado.
Buenos días de los que hacen cabriolas en el estómago mientras un cielo azul jalea el ánimo entusiasmado.
Estos son los buenos días que tanto necesitamos.
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