miércoles, 8 de junio de 2022

00997 Las Tellinas

 LAS "PIPAS" DEL MAR


Al principio fueron un entretenimiento, una diversión. Pasados los años, muchos años, se convirtieron en un delicioso "vicio". Me explicaré.

Las coquinas, tellinas, tellerinas o tallarinas, las conocí en mi edad infantil en las playas de Cambrils y Comarruga. Por aquel entonces acostumbraba a pasar los veranos en Barcelona con mi hermana María Engracia, su marido Enrique y mis dos sobrinos, Kike y Gloria. Son tan pocos los años que me llevo con mis sobrinos, que en numerosas ocasiones la gente que no nos conocía pensaba que yo era el hermano mayor y no el tío de las dos pequeñas criaturas. 

Entre semana, los días se pasaban entre las compras de avituallamiento doméstico y los juegos infantiles en el parque próximo a casa. Por las tardes, y siempre después de dormir la siesta, acto de obligado cumplimiento, mi hermana acostumbraba a tenernos preparado algún apetecible plan. Había que entretener a toda costa al personal entre cines, meriendas, parque, paseos..... y los viajes en los Ferrocarriles Catalanes desde la calle Balmes hasta la Plaza de Cataluña, y la posterior visita a El Corte Inglés. Para mí, cuando esto último sucedía, era como un premio. De todos los planes, este es el que más me encantaba. Todavía puedo reproducir olores y sensaciones aprendidas en esas "excursiones" urbanas.

Llegado el fin de semana, las playas de Comarruga y Cambrils se convertían en nuestro destino prioritario, si no había otro quehacer previsto. Y claro, aún en la playa, había que seguir entreteniendo a la tropa. Además de los consabidos flanes y de los poco originales castillos de arena, nuestro mayor entretenimiento era encontrar, debajo de la arena y a la orilla del mar, unas pequeñas, alargadas y planas conchas, que según iban apareciendo a nuestros ojos,  depositábamos en un cubo con el "encargo" de llenarlo. Evidentemente, nunca lo conseguimos a pesar de las horas que le echábamos a la "busca y captura" de las tallarinas, tal y como creo recordar que en esta zona denominan a este pequeño molusco bivalvo.

Los primeros días las cogíamos a mano, introduciendo nuestros dedos entre la arena y que el azar hiciera el resto. Más adelante, dispondríamos de unos rastrillos con red que compró mi cuñado Enrique para tal menester. No recuerdo si llegamos a coger más tellinas con los rastrillos, pero sí que evitaron algún que otro corte en los dedos producido por el filo de las conchas enterradas. Con el fruto de la pesca obtenida, que tapaban la base del cubo y poco más, una treintena de ejemplares, mi hermana, al llegar a casa, preparaba unos sabrosos arroces. Arroces que por aquel entonces nos parecían únicos, ya que llevaban algo de nuestro trabajo y empeño. ¡Qué cosas!

Aquellos días pasaron a mejor vida. Tendrían que transcurrir cuatro décadas hasta que me reencontrara con tan preciado molusco. Sería en Huelva, nuestro destino vacacional familiar durante algunos años. Al día siguiente de nuestro primer verano por aquellas hermosas tierras andaluzas, visitamos, como no podía ser de otra manera, el mercado municipal de "El Carmen". Y allí estaban, dispuestas a la venta en un puesto de mariscos. Parecerá una tontería, pero el corazón me dio un vuelco al verlas y rememorar aquellos años ya citados.

Se vendían con el nombre de coquinas de Huelva, a 5 euros el kilo. No sé cuál será ahora su precio, pero hace diez años, ese era. Durante los quince días que pasamos, y qué bien lo pasamos, en tierras onubenses, raro fue el día que no comimos como aperitivo un generoso plato de coquinas. Yo era el encargado de cocinarlas. Siempre de la misma manera. Limpiarlas bien bajo el grifo, escurrirlas y ponerlas en una sartén con un poco de aceite de oliva bien caliente, justo el tiempo para que los moluscos abrieran su concha y mostraran su interior. Sacarlas del fuego y antes de servirlas a la mesa, sazonarlas con un poco de sal y pimentón rojo, remover y listo. Y así, un día tras otro. Duraban en la mesa, como popularmente se dice, apenas un Padrenuestro. Y más que siempre hubiera habido. En una ocasión alguien las definió como las "pipas" del mar. Ese verano entendí a quien así las bautizó.

Este molusco bivalvo, preciado tesoro escondido en las arenas, tiene un intenso sabor a mar y un punto dulce. Es común verlo en zonas salobres y de playas, excavando en la arena, por lo que las mareas bajas son el terreno ideal para localizarlo. Leo que en España, "los puertos donde este molusco está presente son los gaditanos y onubenses, además de algunas localidades de las Rías Baixas, como Corcubión, Bayona o Pindo. También en Cataluña, principalmente en el Delta del Ebro". 

Acabo de releer lo escrito y menudo rollo he soltado. Pero es lo que tiene este blog, nunca sé cómo empezar, acabar y hasta dónde puedo contar. 


 






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