Su simple visión me llevó a las ventanas de la casa de mi hermana en Barcelona donde seguro, unos como estos, estarían ya alegrando y dulcificando el duro paisaje urbano. De flor blanca, roja o combinadas, pero seguro que allí estarían para el también deleite del vecindario. Hubo un tiempo en el que cuando la planta despedía su ciclo vital, guardaba los bulbos que luego me hacía llegar para ser plantadas en mi terraza. Me parecía mágico ver brotar, primero la planta, y luego estiradas y orgullosas flores de apariencia sin igual. Cada flor tiene su propio lenguaje y en ocasiones, también sus propias atribuciones personales.
Leo que Plinio el viejo sostenía que si una persona cultivaba el ciclamen ya no podrían dañarle los filtros maléficos hechos contra ella. Estaba considerada como un amuleto. En cambio, para Teofrasto se trataba de una planta excitante sexual y que facilitaba la concepción. Esta planta, en el lenguaje de las flores, denota desconfianza y desaliento debido probablemente al hecho de que sus tubérculos son venenosos para el hombre pero no para los cerdos a los que, en cambio, les encantan y hasta son glotones de ellos. De aquí que también sea conocida esta planta como "pan de puerco".
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