jueves, 27 de octubre de 2016

00385 La Iglesia del Monasterio de San Pedro de Siresa

DE EXTREMA ADMIRACIÓN


Regreso de manera imprevista a rodearme de silencio entre el asombro y la paz no calculada. Me siento en un austero banco para dejar que mis ojos, como mariposas aladas, vuelen entre siglos y se posen en piedras calladas. No puedo evitarlo, me sucede siempre que me enfrento a un mirar desacostumbrado.

Mis ojos recorren pausados, arcos y altares, vetustas sillerías, fajones, pilastras, arquivoltas y cruceros. Se detienen. No es cansancio. Vislumbran dolor. Es un Cristo que se representa muerto y sereno con cuatro clavos y un ombligo en espiral. A mis ojos le resulta hermoso y les cuesta transitar por este mar de piedras reposadas no sin antes pronunciar una oración anunciada.

Vuelvo a releer la historia de este singular edificio ubicado en vía romana, en el camino que atravesaba el Pirineo. Son muchas las especulaciones sobre las fases constructivas de este singular edificio. Se sabe que existió en el siglo IX un Monasterio dedicado a San Pedro de gran importancia e influencia. La creciente relevancia de otros focos eclesiásticos como San Juan de la Peña o la Catedral de Jaca supuso el cese de la actividad monástica y el inicio de una etapa de decadencia, sólo frenada con algunas intervenciones en su estructura.

Llama la atención la existencia en un pueblo tan pequeño de un edificio de dimensiones catedralicias. La razón para explicar el por qué de tan magno edificio hay que buscarla en su origen monástico y el apoyo regio con que contó. Se sabe que el conde carolingio Aznar Galindez estableció aquí un monasterio en el año 833 bajo la regla de San Crodegando y que se convirtió en uno de los corazones espirituales de los jovencísimos condados aragoneses y también en uno de los motores altomedievales que impulsó el reino de Aragón. De hecho, el propio Alfonso I el Batallador pasó su infancia y fue educado en este monasterio de San Pedro de Siresa.

En el año 922 se convirtió en sede episcopal pero fue abandonado durante la destrucción de Pamplona por parte de Almanzor. Ya en 1063 pasó a depender de la Diócesis de Jaca y en 1077, Sancho Ramírez lo cedeió a una comunidad de monjes agustinianos. En 1145 San Pedro de Siresa pasaó a depender realmente de la Catedral de Jaca, motivo por el cual comenzó el proceso de pérdida de vitalidad e importancia. En la actualidad, tan impresionante obra es sólo iglesia parroquial de Siresa.

En el año 1991 unas excavaciones realizadas en el subsuelo hallaron muros de una iglesia de tres naves y cabecera recta que se piensa pudiera pertenecer a un templo visigodo anterior a la fundación del siglo IX. Es posible que se construyera luego un edificio verdaderamente carolingio de tres naves del que quedaría la parte más occidental del templo actual, como el túnel abovedado que sirve de acceso a la puerta y sobre el que hay una tribuna a la moda carolingia. En los siglos XII y XIII se harían reformas en este templo, como la cabecera. Es posible que la desnudez de la obra carolingia se rematara en un románico también ascético y sobrio, propio de tiempos donde se impone la estética cisterciense. También durante el Renacimiento se abordarían nuevas obras. Así pues, el templo actual de San Pedro es un refrito de épocas y estilos que, sin embargo, y especialmente en su interior, es de una perfección y armonía arquitectónica sin parangón. Lo que queda hoy es un misterioso templo de grandes dimensiones, construido con sillería y desnudo completamente de escultura monumental. Tiene planta de cruz latina, formada por una sola nave y transepto acusado en planta. Tiene la iglesia una cabecera con ábside poligonal al exterior y semicircular al interior. Tanto en el muro exterior como interior del ábside alternan ventanales con arcos ciegos de medio punto.

Por lo que respecta a los bienes muebles, se conservan interesantes muestras antiguas y medievales, como la inscripción romana del siglo IV en relación a la calzada que comunicaba Hispania con la Galia, el Cristo que se encontró hace unos años en la restauración,  un ejemplar soberbio del siglo XII y que debió de pertenecer a un Descendimiento a tenor de la postura flexionada del tronco,  una talla de madera románca de María con el Niño, del siglo XIII, la Virgen de Siresa, varios retablos de distintas épocas que abarcan desde el gótico al barroco y una pila bautismal, posiblemente románica de austera copa lisa.

La iglesia de San Pedro de Siresa es Monumento Histórico Artístico de carácter Nacional desde el año 1931.


























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