CON PROPINA
Cuando los últimos agujeros del cinturón quedan en el olvido o mi pacto con la balanza parece quebrarse, acudo a mi colección de cremas y purés para que todos estén satisfechos, inclusive yo. Ya he comentado en reiteradas ocasiones que me encantan los platos de cuchara, así que no me supone esfuerzo alguno someterme un par de días a tan humildes y sencillas elaboraciones. En estos casos suelo acudir a los purés, que a diferencia de las cremas, no contienen productos lácteos.
Hoy toca puré de calabaza. No hay medidas; a ojo de buen cubero. Agua a hervir con un poco de sal. Pastilla de caldo, media calabaza, limpia de corteza y pepitas, y un par de patatas. Una vez cocidos los ingredientes, sacar del agua y ayudado del brazo de cocina, convertirlos en puré. Añadir agua de la cocción en función de la textura que queramos obtener. Vertemos sobre el puré un chorrito de aceite de oliva virgen y probamos su punto de sal. Sin más misterio ni filigrana. En esta ocasión, y para que las muelas no se sientan discriminadas, añadiré unos trocitos de jamón pasados previamente por el micro ondas. Además, contrastará con el dulzor de la calabaza. Seguro, es mera intuición, que a la hora de comer caerán un par de cuencos atraído por el color del puré.
Leo que "las calabazas constituyen un alimento ideal para las dietas. Su contenido en agua es muy elevado y su aporte calórico muy bajo. Se trata de un alimento muy saciante y a pesar de sus reducidas calorías, su ingestión frena el hambre y elimina la necesidad de comer otros alimentos menos deseables en las dietas de adelgazamiento". "Buen anti oxidante y generoso en fibra, aporta grandes beneficios a la piel, es rica en beta carotenos, que cuidan las mucosas digestivas, su aporte de carbohidratos equilibrado es muy saludable para la diabetes, beneficia la salud de los ojos y previene el estreñimiento, entre otras bondades"
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