Hoy el mar no se viste de plata ni la mirada busca ubicación en el horizonte. Tampoco la tierra deja prosa en esta entrada. Simplemente, mar y .tierra, a través de la huerta, coinciden en un efusivo abrazo. Se trata de una mera coincidencia. Sutil, delicada, sabrosa y gratificante coincidencia. Es un sencillo montadito sobre rodaja de pan, de atún al horno y pimiento asado también al horno.
De bien distinto origen, compartieron calor y asadura para dos fines también bien distintos. Por separado, una alabanza para cada uno. Los restos se conjugan para unir armonías, las del bravío mar y las de la huerta callada. Ellos, atún y pimiento morrón, no lo saben; sí el paladar, juez del sabor de sus carnes.
Una tarde queda y sin compromiso. Un quiero sin apetencia. Un de repente inesperado e inspirado. Pan t, y sobre su tostada peana, carne blanca del mar y láminas carmesí con olor a cocina otoñal. Un pequeño mordisco. Ahora huerta y luego mar. Después, una grata confusión. Mar y huerta se hermanan sin disputar su valor. ¿Se puede pedir más a unos restos de la huerta y el mar?
No hay comentarios:
Publicar un comentario