Voy en busca de una puesta de sol entre aguas de marismas y silencios de vidas reposadas. Agua y luz delicadas para un navío con rumbo a un atardecer pausado. Perfumes y cantares para un preciso destino teñido de brasa que no daña.
Antes de que el asombro ceda el timón al impulso incontrolado, antes de que la emoción despierte ante una nueva creación, mis ojos buscan remansos en la cercanía donde poder presentir la proximidad desprevenida. Ojos indómitos ante un paraje inusual de espumas y balanceos.
A babor, la ciudad se dispone para complacer apetencias estivales, solaces encuentros y sonrisas de asueto. Calle Ancha donde cabemos todos. Por estribor, reclamos de aves dejan entrever una ciudad blanca, allá a lo lejos. Tras la popa una sutil estela, apenas un rasguño en una ría azul turquesa. Y en la proa, un lienzo blanco sobre un pronunciado mar brillante.
Falta ya poco para el encuentro, para ese momento breve y metódico. No hay que llegar ni pronto ni tarde. Hay que arribar justo en el instante, en ese instante donde luna, sol y agua dejan escrito su verso sobre la mar que habla de un encuentro entre el cielo, la tierra y el mar.
"Las Marismas del Odiel constituyen la zona más importante de marismas mareales de España, lo que unido a su excelente estado de conservación, ha llevado al Parlamento de Andalucía a declararlas Paraje Natural de Interés Nacional, y a la UNESCO, Reserva de la Biosfera.
Estos humedales de originaron por los procesos sedimentarios procedentes de la desembocadura de los ríos Tinto y Odiel junto a los aportes del océano Atlántico, que fueron formando un amplio estuario. Durante el invierno acoge a una enorme concentración de aves: flamencos, anátidas, garzas reales, grullas, cigüeñas negras, así como la mayor colonia de Europa de cría de espátulas".
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