He bajado considerablemente la guardia en mi dieta. No necesito subirme a la báscula para constatar que en los últimos días no me estoy portando bien. Hay otros chivatos que así me lo indican. Hacer vida social es lo que tiene.
Comencé la semana con buenos propósitos pero según han ido pasando los días, el control se ha descontrolado sobre manera. Una comida fuera de casa, un par de encuentros con viejos y queridos conocidos, algún que otro picoteo a destiempo, una cena de capricho y para remate, mi participación como jurado en un concurso de tapas han dado al traste con mis buenas intenciones. Así que si inicie la semana con un puré de calabaza, la cerraré con otro de zanahoria. Confío en ser capaz de no sucumbir a nuevas tentaciones.
Agua a hervir con un poco de sal, una pastilla de caldo, siete zanahorias y dos patatas. Esto es lo que hay. Una vez cocidas las hortalizas y los tubérculos, triturar con el brazo de cocina, añadir agua de la cocción hasta dar con la textura deseada, punto de sal y un chorrito de aceite. A la hora de servir, incorporar unas pipas de girasol para subir el tono de tan precaria elaboración.
Cuentan de la zanahoria que es uno de los alimentos más saludables. Además de sus conocidas propiedades benefactoras para la piel y la vista, esta hortaliza de nombre que asusta, "Daucus carota", vigoriza la mente, es un buen anticancerígeno gracias a su alto nivel de carotenoides, estimula el apetito, fortalece cabello y uñas, alivia las afecciones respiratorias, protege el corazón, combate el estreñimiento y ejerce como excelente diurético, entre otras bondades.
En una ocasión leí que antiguamente la zanahoria se cultivaba por sus ornamentales hojas y semillas aromáticas, y no por su comestible raíz.
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