Esta mañana he querido rememorar su olor más que su sabor. Al segundo estoy más acostumbrado. He requerido volver a las viejas cocinas y desaparecidos fuegos donde la carnosa hortaliza invadía las estancias con su inconfundible y reconfortante efluvio. Recuperar un olor a hogar de mañana hacendosa, clara y de contrastes. Un olor penetrante, inconfundible y certero de corta espera y largo esmero. Volver a esos días de embotar para guardar. Hoy es tan sólo un mero capricho para recordar.
La roja hortaliza bien alineada sobre la bandeja de hornear. Caliente el horno espera el fruto. Unos pocos minutos bastarán para reconocer el cálido y recio aroma casi ancestral. Los recuerdo en un crepitar que hoy apenas es un tenue e intermitente chillido, un ligero y sordo silbido. Van perdiendo su oronda fisonomía y tersa compostura, señal de que hay que darles la vuelta. Uno a uno y sin entretenerse en predicados. Rápido y con las manos. Me parece escuchar la voz de mi madre diciendo que "ningún bueno se quema". No es mi caso. Me quemo, y para disimular y amortiguar el picor, chasqueo los dedos. Sólo queda una breve espera.
Los pimientos, abatidos entre su ahora rugosa piel, expelen su último aliento en medio de pequeñas y chispeantes burbujas. Su olor a recuerdo de cocina vivida lo invade todo antes de afrontar la recta final. Sólo resta despojarles de su piel que se convierte en un curioso entretenimiento como cuando te quitas la propia tras los descuidos veraniegos al sol. Ahora sí, mamá, será que como tu, soy bueno. Ya no me quemo.
Limpios de piel y semilla se amontonan a tiras para su futuro aderezo. En crudo con aceite, ajo y sal. Fritos con ajo y chorizo picante o dulce. Solos o en compañía. Da igual. Sólo quería oler para recordar un olor a hogar de mañana hacendosa, clara y de contrastes.
Aprovecho para significar que la gran demanda del pimiento, para su consumo tanto en fresco como en conserva, ha hecho que nuestro país se convierta en uno de los cinco productores mundiales. La planta del pimiento es originaria de México, Bolivia y Perú. Los pimientos llegaron a Europa en el primer viaje realizado por Colón a América donde los indígenas conocían el fruto por el nombre de "chili". Serían los españoles y portugueses quienes lo bautizarían con los nombres de pimiento y pimiento de Brasil. Su cultivo en España comenzó a realizarse en el siglo XVI. De aquí se extendería a Italia y después a Francia para distribuirse por toda Europa.
Su principal componente es el agua, seguido de los hidratos de carbono, lo que hace que sea una hortaliza con un bajo aporte calórico. Es una buena fuente de fibra y, al igual que el resto de verduras, su contenido proteico es muy bajo y apenas aporta grasas. En cuanto a su contenido en vitaminas, los pimientos son muy ricos en vitamina C, sobre todo los de color rojo. De hecho, llegan a contener más del doble de la que se encuentra en frutas como la naranja o las fresas. También destaca por su contenido de provitamina A que el organismo transforma en vitamina A conforme lo necesita, folatos y vitamina E.
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