viernes, 17 de abril de 2015

00050 Las Tartas de Jara

HUMMMMM!

Postres y dulces los pruebo en contadas ocasiones. No doy un paso por ellos y tampoco les dedico pensamiento alguno. No es algo por lo que tenga debilidad. Me gusta la fruta pero fuera de lo establecido. Por lo que se refiere a los dulces, cuento con una seleccionada variedad para cuando necesito restaurar emociones. Ya irán apareciendo. Y en cuanto a las tartas, salvo las de cumpleaños, no recuerdo ir ex profeso a comprar una o llevarla de embajadora a un domicilio. Es más, en mi boda no hubo tarta. La cambiamos por empanadico. Pero cuando se trata de las tartas de Jara... Eso es otro cantar.

Jara va a cumplir 15 años. Es mi segundo retoño. En casa nos gusta la cocina y todo lo que tiene que ver con la gastronomía, si bien últimamente la tenemos un tanto abandonada. Ya se sabe, esto engorda, aquello también y lo siguiente para qué decir. El caso es que a Jara desde hace unos meses le ha entrado el gusanillo de trastear con el horno para especializarse en tartas y dulces. Y lo cierto es que no se le da nada mal. Estamos viendo la tele y de repente, se levanta para dirigirse hacia la cocina con un "me voy a hacer una tarta". Y yo la sigo. Me gusta contemplar cómo se desenvuelve entre cacharros.

Mientras Jara se prepara para la elaboración de una nueva aventura culinaria, yo me hago un café, me enciendo un pitillo, por cierto, que tengo que tengo que apartarlos a los dos de mi vida, y me siento para observarla y también, admirarla.

Es cuidadosa en la factura. "Mancho, limpio", se dice a media voz. Ahora huevos, azúcar. Enciendo el horno. ¿Queda papel? Ahora a montar claras. Todavía no están a punto de nieve. "Aunque no tenga buen aspecto, seguro que de sabor estará buena", me adelanta. Y prosigue con la elaboración. Y yo, ajeno a toda maniobra, la sigo mirando. Me gusta. Jara se sonríe entre la timidez y el incordio de verse observada. ¿Por qué me miras?, me pregunta. Me complace ver cómo trabajas, le digo. ¿Ya estará?, es su siguiente pregunta. No lo sé, yo solo estoy de espectador, le vuelvo a responder.



Puede parecer absurdo cuanto escribo, pero es que hay sentimientos y situaciones difíciles de describir y compartir. La veo feliz, delicada, entregada a una labor que seguro después complacerá. Y la miro y remiro. Hace cuatro años era una niña a la que implicaba en la cocina para que comiera tal o cual cosa. Hoy es una pequeña niña/mujer que se desenvuelve entre chocolates, azúcares y harinas como si lo hubiese hecho toda la vida. Y sobre todas las cosas, la veo feliz. Es mi gran satisfacción.

Su nueva recreación sale del horno. ¡Qué bien huele! ¡Qué pinta tiene! ¡Hummm, Jara, delicioso! Y Jara se sonríe. ¡Qué va a decir su padre! Pero es cierto, sus tartas son deliciosas, aunque yo no dé un paso por los dulces.












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