miércoles, 15 de abril de 2015

00048 La Empanada de Berberechos

SEÑAL DE GRATITUD


Luis Rubio era un madrileño castizo, buen conversador, amante de la música y maestro de bandurria al que conocí en Monzón. Fue a parar a estos lares altoaragoneses por motivos laborales y si bien sería pre jubilado, no quiso, a pesar de la insistencia de su mujer Luisa, cambiar de acostumbrado y cómodo paisaje. En Monzón se encontraba a gusto e incluso sus esporádicas escapadas a Madrid le daban pereza.




Le conocí por constancia y azar. De coincidir de extremo a extremo en la barra de un bar. Con el tiempo, y ya en confianza,  me llegó a confesar que hasta le caía mal. No reproduciré el vocablo empleado. A mí, en cambio, siempre me resultó un hombre singular y apetecible para conversar.

Hombre culto, ocurrente, locuaz y de sobrado tiempo para conocer la urbe que le adoptó fueron motivos más que suficientes para invitarle a colaborar en mi añorada Radio Monzón. ¡Qué hermosos y grandes momentos nos regaló! Y llegada la Navidad, inolvidables las veladas que pasábamos en su casa para preparar el villancico radiofónico con el que repasábamos los principales acontecimientos de la ciudad en el último año.


Con Luis, con Don Luis, como así le decíamos en su programa radiofónico diario, aprendí muchas cuitas de la vida, de la naturaleza humana o del devenir de los días.  Me enseñó, por ejemplo, que cuando se va de invitado a una casa "hay que llamar a la puerta con los pies". O lo que es lo mismo, que las manos tienen que presentarse siempre ocupadas como muestra de agradecimiento y cortesía.

Mi hermana Gemma, excepcional maestra entre los fogones, nos sorprendió hace ya algunos años con una empanada de berberechos. Simplemente, espectacular. Empanada que aprendí a elaborar y que se ha convertido en todo un clásico cuando visito algún domicilio como invitado, en reuniones gastronómicas o cuando quiero agradecer algo. Y cuando llamo a la puerta de mi destino y me veo con las manos ocupadas, me acuerdo de mi querido Don Luis Rubio. Y me sonrío. Y me alegro de haberle conocido. Se me aparece su desdentada sonrisa, su quitar importancia a las cosas, su maestría en el arte de la vida y su mirada de cómplice tertuliano. 

Hoy esta empanada de berberechos va por usted, Don Luis, Don Luis Rubio, por supuesto.

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