UNA SIMPLE MANÍA
Mi afición a lo impar creo que es de toda la vida. No recuerdo el momento concreto en el que nació mi querencia por el uno, tres, cinco, siete... Entiendo que forma parte de mi más que completo listado de manías y tics. Tampoco le doy más importancia.
Puestos a desvariar, mi apetencia por lo impar puede que viniera ya marcada por mi fecha de nacimiento; el 5 de septiembre de 1957, bajo el signo de virgo, que también tiene su aquel. O porque durante muchos años viví en un portal sobre el que se leían, primero el 13 y más tarde, el número 11. Y por seguir elucubrando, el primer número de teléfono que me aprendí de memoria fue el 211331, a la sazón, los dígitos del teléfono de mi casa familiar.
Cuando me tallaron alcancé el 1,85 centímetros. Ahora, 1,83. ¿Dónde se quedó el 1,84 que ni me enteré?. En casa vivo con 3 mujeres. El número 3, junto con el cinco, son mis favoritos. En mis dos últimos trabajos permanecí 9 y 13 años respectivamente. Las matrículas de los coches que he tenido, sin yo buscarlo, han acabado en número impar.
Si como galletas, tienen que ser en número impar. Si ingiero una, no me puede apetecer otra más; han de ser dos más para sumar tres. Uno de mis platos predilectos en santos y cumpleaños son los canelones; terminantemente prohibido servirme cuatro. Sé lo que estás pensando, o tres o cinco. Si subo escaleras, de una en una o de tres en tres. Y así podría estar enumerando situaciones de lo más pintorescas, pero creo que será suficiente para dejar claro que me gusta todo lo impar. Una manía como otra cualquiera.
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