ET MEMORIAM AETERNAM
Le restaba importancia a todo cuanto hacía. Creo que era una máxima de su generación, además de sentirlo ella así y de puro convencimiento. Sin alardes y excesivas alharacas. Iba en su ADN; complacer, querer y ayudar para sentir en toda su extensión a su familia y a su gente. Pequeña señora de estatura para una gran "ama" y "amama" de enorme corazón, como pequeños eran sus ojos provistos de una especial luz que los hacían peculiares y hermosos y que adornaban su permanente sonrisa también sin importancia. O por lo menos, así la recuerdo en la ya excesiva distancia del tiempo.
Llegado el domingo, su gente querida, invadíamos, en el sentido literal de la palabra, su casa de la bilbaína calle Ledesma. Eran domingos de fiesta y festín en torno a una mesa de tradición culinaria.Todavía recuerdo la confusión de gratos olores al traspasar el umbral. Alubias pintas, anchoas albardadas, marmitakos, patorrillos, horneados pescados, guisos de calma espera... y pimientos verdes rellenos de bechamel. No sé el por qué, pero la pequeña hortaliza rellena ganó enteros frente al resto de sabrosos manjares.
Pregunté por su elaboración para intentar imitarlos. Parecía cosa fácil. Me puse manos a la obra hasta en media docena de ocasiones. Nada que ver con los originales. Además de acabar con mi paciencia, y tengo para un buen rato, terminaba ese imposible con bechamel hasta en el blanco del ojo. ¡Pero si no tiene ningún misterio!, me decía, sin darle demasiada importancia, la maestra de esas delicias. Alguna vez más lo intenté, pero sin demasiado éxito. Dicho esto, también tengo que decir, que se podían comer. Nunca fueron los mismos, pero se podían comer. Que conste.
La abuela Sara, como así llamábamos a la protagonista de este humilde relato, nos dejó hace ya algunos años, no sin antes ganarse su permanente recuerdo y un buen número de hermosas sensaciones que guardaré de por vida en mi imaginario. Ahora es su hija, también Sara, la encargada de rellenar los inigualables pimientos de bechamel; la gestora y responsable de no perder esta heredad gastronómica. Le vuelvo a preguntar cómo los hace y en las palabras de la pormenorizada explicación vuelvo a ver a mi recordada y querida abuela Sara.
"Es muy sencillo. Pimientos verdes pequeños y a ser posible que sean del mismo tamaño. No sirve cualquier pimiento. Se fríen un poco. Cuando están fríos se rellenan de forma transversal con una bechamel espesa, se albardan y se vuelven a freír", me repite Sara sin darle también la más mínima importancia. Y así lo vuelvo a hacer. Pero no, algo falla. Será el pimiento, la bechamel, el punto de fritura o que las cosas nimias y sin importancia son más precisas de lo que nos parecen.
Mi reconocimiento y gratitud a la familia Garbati Hernando.
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