
Eres el mismo a quien confié mis debilidades y también alardeé sobre alguna que otra fortaleza. Al que confesé lo que ni yo mismo sabía porque tu silencio abismal avalaban mis porfías. Ajeno a los rumores que no distingo, abrazo tus luces y sombras de calma chicha y bronco sonido. Las horas pasan y todo vuelve a empezar. Todo vuelve a ser espiral sin fin como la ola que vuelve a dormir, ya desprovista de vida, a la orilla de tu playa. Así lo hizo ayer y hace siete días. Como lo viene haciendo desde hace ya muchos años. Pasan las horas y los días, sólo eso.
Y allí seguimos, tu y yo. Habrá algo más, mucho más que tu y yo, pero no lo adivino. No tiene tu fuerza. Carece de empatía. No me interesa. Tu seducción todo lo puede, todo lo envuelve, todo lo aleja y empequeñece.


Imposible fijar la mirada en un punto de tu acuosa piel, de tu tegumento mutante. Ayer verde y hoy gris. Por cierto, para mañana anuncian que será azul. Tonos para una naturaleza viva y sin artificios. Colores para inesperados reflejos en tiempos de pausa.Mis pensamientos entonces, se asemejan a tus olas. Se presumen cerca, aparecen, se rompen, para al final, desvanecerse.
Mañana volveré, igual al atardecer, para que duermas otro de mis sueños y guardes mi penúltimo secreto.
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