TAMBIÉN DE MI ABUELA GENOVEVA
Ni me acuerdo ya del tiempo que hice las últimas patatas fritas. ¡Y con lo que me gustan! Tendré que repetir de nuevo el sujeto y predicado que más creo se escribe en este blog, "estamos a dieta". Hoy no sé por qué, pero se me han antojado unas patatas fritas, imitación a las que hacía mi querida abuela Genoveva.
Digo lo de imitación porque nunca conseguiré igualarlas. Recuerdo en una ocasión que le dije a mi madre que hiciera patatas fritas pero como las que hacía la abuela. Y sí, hizo patatas que estaban buenas, pero nada que ver a como las que hacía su madre. Pasado el tiempo volví a la carga. Mi madre repitió la acción, pero tampoco consiguió el resultado apetecido por mí. La petición se repitió en varias ocasiones hasta que mi madre se rindió y me dijo aquello de "que te las haga tu abuela". Y efectivamente, en la primera visita a Alcalá de Gurrea le pedí a mi abuela que me hiciera patatas fritas de las suyas, de esas que tanto añoraba.
Mis ojos infantiles estuvieron muy atentos a su elaboración e incluso le pregunté si tenía algún truco "inconfesable". La abuela, desde su humildad y ternura, me hizo ver que no hacía nada especial. Ponía la sartén al fuego con abundante aceite, pelaba y cortaba las patas y las dejaba que se frieran. Así de sencillo. Y así de buenas y apetitosas volvieron a salir.
Algún tiempo después le pedí de nuevo a mi madre que me hiciera las patatas fritas de la abuela, indicándole cómo se las había visto cocinar. De nuevo el fiasco. Ni por aproximación. Así se lo hice observar a mi madre a quien no le hizo mucha gracia tal apreciación.
Con el tiempo descubrí varias cuestiones en torno a tan, para mí, singulares patatas fritas. En primer lugar estaban hechas por mi abuela en su particular cocina envuelta en un olor especial, muy, muy especial. Además, sabían a fiesta, cariño y encuentro. Importante, la materia prima era excepcional; patatas de casa y aceite de oliva también de casa. En cuanto al modo de hacer, que es como yo las hago siempre en recuerdo de mi abuela Genoveva y siguiendo las pautas de cómo se las veía preparar, las patatas no hay que cortarlas muy gruesas, más bien todo lo contrario. Y fundamental, hay que ponerlas a freír en abundante aceite pero en frío y a fuego medio. Cuando se empiezan a cocer, es necesario subir el fuego para que se acaben de freír. Así las hago, así me gustan, y siempre bajo el atento recuerdo de mi abuela Genoveva y de la exaltación de los sabores de la infancia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario