Las palabras huyen de las sentencias bien pronunciadas. Son más bien confesiones placenteras en el caminar de una mañana desprovista de prisas. Murmullos de espuma en la caprichosa orilla sin caracolas que hablen del mar. Es el mar quien habla del eco de las caracolas.
Entre pensamiento, brisa y mirada, el sol magnifica el paisaje en un tiempo de recreo y entusiasmo desmedido. Cielo para respirar, arena donde dejar pasajeras huellas y mar para refrescar la mirada. No hay más. Y si lo hay, quedará entre el cielo, el mar, la arena y mi sentir.
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