DE GUINDILLAS
Hasta que llegue el momento de que acompañen a los guisos y legumbres, formarán parte de los aperitivos dominicales a base de deliciosas gildas o de alguna que otra ocurrencia. Como por ejemplo, la que en esta ocasión traigo a colación. Se trata de los tradicionales y populares huevos rellenos con atún, una de mis muchas pasiones alimenticias y de la que ya he dejado constancia en este caleidoscopio vital (ver entrada 00759), pero con el añadido de un plus, el que le da la guindilla. Al ya de por sí magnífico sabor del huevo relleno, la guindilla le aporta, además de su peculiar sabor, el del vinagre en su justa medida.
En un principio, pensé que igual no era buena idea. No obstante, era cuestión de probar un huevo relleno con un trocito de guindilla y si no agradaba, allí quedaba la cosa. Una vez catado, la combinación me pareció digna de tener en cuenta y seguí repartiendo trocitos de guindilla en conserva por el resto de los huevos rellenos. Además, si a alguno de los comensales no le parecía bien la propuesta, resultaba tan sencillo como apartar discretamente la guindilla del huevo.
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