ALEJANDRO CASONA
Vuelve el teatro, una de mis pasiones, hasta este caleidoscopio vital. Y lo hace de la mano de Alejandro Casona y una de sus obras más conocidas, “Prohibido suicidarse en primavera”. Fue Casona, junto a Ángela Martín, profesora de literatura en el instituto de enseñanza donde cursé los últimos años de bachiller, y mi madre, quienes me metieron el teatro en las venas. Me explicaré.
A mi madre le encantaba el teatro. Siempre que teníamos
oportunidad, íbamos juntos al teatro. Desafortunadamente, no fueron muchas las
ocasiones. Así, que yo recuerde, compartimos patio de butacas, entre otras
representaciones que ahora mismo no me vienen a la cabeza, en “Enseñar a un
sinvergüenza”, o en los musicales “Aquarius” y “Una línea de coro”. En cambio,
donde sí compartimos espacio, cada uno sentado en nuestro sillón orejero del
salón de casa, fue para ver el mítico programa de TVE, “Estudio 1”. Creo que
llegaríamos a visionar el 90% de los programas emitidos. No recuerdo bien su
día de emisión, pero sé que era sagrado para nosotros. Llorábamos, reíamos, nos
entristecíamos y alegrábamos, y celebrábamos el magnifico elenco de actores y
actrices de aquellos años: Jesús Puente, Galiana, Luis Varela, María Luisa
Merlo, Mercedes Prendes, Irene Gutiérrez Caba, José Bódalo, José María Rodero,
Carlos Larrañaga, María Asquerino, María Isbert, Francisco Rabal, María Fernanda
D´Ocón… Son los primeros nombres que me han ido viniendo a la cabeza, de una
larga lista y que interrumpo para no alargarme.
Fueron en casa años de pocas alegrías y en los que el
programa televisivo conseguía sacarnos de nuestras vidas, para transportarnos a
otros escenarios y otras vivencias, aunque fuesen ficticias. Francamente lo
recuerdo con cariño.
Por su parte, Ángela, en los tres cursos que duró el taller,
supo trasmitirnos a los participantes, de forma sosegada, meditada y reflexiva,
como era ella, la belleza y dureza del teatro. Nos inculcó el valor del
esfuerzo y el compromiso, y nos alentó a que, pasara lo que pasara en un
futuro, siguiéramos amando al teatro.
De esa época, datan mis primeros libros de teatro que devoraba
con pasión. Así, fueron apareciendo en mi vida Jardiel Poncela, Mihura, Alfonso
Paso, Molière, Shakespeare, Tennessee Williams, Oscar Wilde, Samuel Beckett,
Arthur Miller, García Lorca, Bertolt Brecht… y Alejandro Casona, de quien,
recuerdo, adquirí, con gran esfuerzo económico por aquellos años, sus obras completas.
Cada obra que leía, me veía reflejado en un personaje. En la
soledad de mi habitación, leía e interpretaba un papel, e imaginaba que algún
día… Pero no, esta etapa igual que llegó, se esfumó y la vida me llevó por
otros derroteros, aunque el teatro ha seguido formando parte de mis aficiones.
Desde hace una década, tengo la fortuna de formar parte de
un grupo de teatro leído y dramatizado que, de alguna manera, ha venido a cicatrizar
la herida que siempre he tenido abierta. Disfruto lo que no está escrito y a
veces, hasta tengo la impresión de vivir una segunda juventud.
Una de las últimas obras que subimos al escenario fue,
precisamente, “Prohibido suicidarse en primavera”, un canto a la vida de
Casona. Después de casi cincuenta años, volví a dar vida al Doctor Roda. Cuando
salí al escenario, por un momento, pensé que seguía siendo aquel joven inquieto
de los dieciséis años, y no exento de nerviosismo, comencé: “Desengaños de
amor, 8. Pelagra, 2. Vidas sin rumbo, 4. Catástrofe económica…, cocaína… ¿No
tenemos ningún caso nuevo, Hans?”. ¡Qué manera de disfrutar!
¡Ah! Y fue en aquella obra en la que conocí a Gloria, mi
esposa, que interpretaba a una Dama Triste. ¡Toda una vida!
PROHIBIDO SUICIDARSE EN PRIMAVERA
A la clínica llegan por error dos reporteros, Chole y Fernando, que con su alegría y pasión por la vida transforman por completo los diferentes estados anímicos de los enfermos: la dama triste, el amante imaginario, el profesor de Filosofía, así como los de Alicia y Hans, ayudantes del doctor Roda, director de la clínica.
Después de una serie de encuentros y desencuentros entre los personajes, que resultan entre cómicos y dramáticos, se cumple el principal y quizás único objetivo de la clínica: lograr que los enfermos se desentiendan de ese deseo de morir.
Escrita por Casona durante su exilio en México, desde
su estreno en el Teatro Arbeu en el año 1937, gozó de un gran éxito
y es mundialmente conocida.
ALEJANDRO CASONA
Alejandro Álvarez, conocido como Alejandro Casona, -Besullo,
Cángas del Narcea, Asturias, 1903/Madrid, 1965-, fue dramaturgo y escritor de
un teatro de ingenio y humor en el que supo mezclar con inteligencia fantasía y
realidad. Su manera de hacer teatro fragmentó los esquemas establecidos en el
teatro naturalista preponderante de la época, e inauguró herramientas nuevas
para conformar sus personajes, tales como la indagación psicológica y la
fantasía. Su gran preocupación fue aportar en todo momento una gran dimensión
poética a su teatro. Recibió
el Premio Nacional de Literatura y el Premio de Teatro Lope de
Vega, entre otros.
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