DE RICO SABOR
Revisando fotografías para poder seguir alimentando, y nunca
mejor dicho, a este caleidoscopio vital, me he topado con unas patatas a lo
pobre que pude degustar en un viaje a Almería. No recuerdo exactamente dónde
las degusté. El cuaderno de ese viaje no lo encuentro en estos momentos. Solo
sé, que me parecieron extraordinarias en su rotunda humildad. Aunque habitualmente
esta sabrosa preparación se sirve como guarnición de carnes y pescados, así las
había probado hasta entonces, en aquella ocasión las pedí, así las ofrecían en
el restaurante, como plato.
La patata me gusta de cualquier manera, y aunque existen
muchas recetas para preparar este plato, todas tienen, por lo general, un nexo
en común: la patata, la cebolla, el pimiento y el ajo. Su solo nombre ya nos
anticipa su sencillez. Decir patatas a lo pobre, es decir que se preparan con
lo que hay en el frigorífico o en la despensa, sin florituras. Plato que viene
de antaño y de la cocina de aprovechamiento, ya que hasta el aceite sobrante se
puede aprovechar para otras elaboraciones.
Al parecer, el nombre de este preparado de patatas proviene
de los años de postguerra. Poco o nada que guardar en la despensa y de espaldas
al hambre. Las patatas a lo pobre abandonaban su cometido como guarnición, para
pasar a convertirse en el plato principal o único con el que se alimentaba toda
la familia.
Ingredientes para 4 personas: 6 patatas, 1 cebolla, 3
dientes de ajo, 2 pimientos verdes tipo italiano, 1 pimiento rojo, aceite de
oliva virgen extra, sal y pimienta.
Elaboración: Pelar las patatas y cortar en rodajas de unos 3
milímetros de grosor. Reservar. Cortar los pimientos a tiras, picar la cebolla
en juliana y los ajos. En una sartén con abundante aceite, echar todos los
ingredientes partiendo de aceite en frío. De esta manera se conseguirá que todo
se fría lentamente y se vaya confitando. Cuando empiecen a asomar las primeras
burbujas, sazonar y subir el fuego para que las patatas se doren ligeramente.
Comprobar previamente que las patatas comienzan a estar blandas. Dejar freír a
fuego vivo durante unos siete minutos. Una vez hechas las patatas, las
escurrimos ayudados de un colador para retirar el exceso de aceite.
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