EN BLANCO Y AZUL
Almancil es una población portuguesa que se encuentra en el
Concejo de Loulé, en el atractivo y ensoñado Algarve, a unos trece kilómetros
de la localidad de Faro. No es muy grande, su población apenas alcanza los
nueve mil habitantes, si bien recrea en sus calles y edificios algunos
interesantes detalles históricos que la hacen atractiva, en medio de un
ambiente muy pintoresco. Uno de los lugares más visitados y fotografiados es la
Iglesia de San Lorenzo de Almancil, también conocida como San Lorenzo de Matos,
construida en la primera mitad del siglo XVIII y considerada como uno de los
mayores tesoros artísticos del Algarve.
Alcanzamos Almancil a temprana hora de la mañana. El sol ya
se había adueñado de la pequeña localidad para llevar a los ojos del visitante
sus mejores estampas. Paseamos sus limpias y blancas calles hasta llegar a
nuestro deseado destino: la Iglesia de San Lorenzo. Se trata de un templo de
nave única con el presbiterio cubierto por una hermosa cúpula revestida de
azulejos figurativos, al igual que en las paredes de la nave y la bóveda.
Por aquella época, mi todavía intacta y necesitada fe me
llevaba a orar allí donde consideraba que podía ser escuchado. A mi San
Lorenzo, patrón de la Ciudad de Huesca, lo visitaba por aquellos días con
bastante frecuencia. Creo que hasta llegué a agobiarle con mis súplicas y
desalientos.
El silencio era sepulcral, solo alterado por los pasos de la
señora/guardesa que entró por tres veces para cerciorarse de que no hacía
fotografía alguna. La última vez que entró me dieron ganas de decirle que soy
hombre obediente y que acostumbro a respetar las normas de las casas ajenas.
Pero me callé, tampoco me gustan las broncas ni las escenas inconvenientes. Así
que seguí a lo mío, que no era otra cosa que rogar, hablar y admirar la calidad
y sentir de los azulejos diseñados por Policarpo de Oliveira Bernardes en 1730
y que constituyen el mejor ejemplo de baldosas de arte barroco en el Algarve.
Allí permanecí aproximadamente una hora. Al salir le dije a
la señora/guardesa que era de Huesca y la devoción que le profesamos a San
Lorenzo. Apenas conseguí sacarle una ligera sonrisa y menos que me dejara hacer
una sola fotografía a la capilla. Así que pasé de nuevo por taquilla para
hacerme con una colección de postales del templo. De aquí que las imágenes de interior
que ilustran este escrito sean fotografías tomadas a las postales.
Al margen de anécdotas, el caso es que recuerdo que salí del
templo dedicado a San Lorenzo, mandado construir por la propia población para
agradecer a su santo intermediario por la falta de agua y clasificado como “monumento
de interés público” el 2 de enero de 1946, con mucha paz, serenidad y alegre,
algo poco habitual en aquellos días.
Han pasado cuatro años desde aquella visita. Las cosas no
fueron como fervientemente deseaba. Hoy he decidido que ya era hora de abrir de
nuevo la puerta a la reconciliación ante la proximidad del 10 de agosto.
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