HUEVOS ROTOS
Regresan a este caleidoscopio vital los huevos, el jamón y las patatas. En esta ocasión se asoman a esta ventana, rotos y estrellados.
Un capricho más, como tantos otros, que de vez en cuando me gusta sentar a la mesa como invitados de excepción.
Las patatas, quien sigue con asiduidad este blog ya lo sabe, como las que hacía mi abuela Genoveva y que yo, torpemente, quiero imitar. Más que fritas, cocidas y a poder ser, que sea patata nueva. El huevo frito poco hecho y boca abajo, para que cuando se estrelle, empape con su yema las patatas y las contagie de color. Y a partir de aquí, con lo que sea: Solo jamón; virutas de foie, jamón y trufa rayada; boletus, gulas... lo que sea. Todo me parece bien. Todo les sienta bien.
Podría aquí y ahora darme el pegote y hablar de los "Huevos estrellados" de Casa Lucio, el mítico restaurante de la Cava Baja madrileña. Pero no, no he estado en ese establecimiento en mi vida. Hablan maravillas e incluso me han llegado a decir que si no he comido esos huevos rotos, es que no sé todavía qué es comer unos buenos huevos estrellados. Y como no me gusta discutir y menos sobre tales materias, pongo cara de poker y pienso, sin pronunciar palabra, en los deliciosos huevos rotos que me como solo con cruzar la calle, en el Mesón Doña Taberna, o incluso en casa si estoy inspirado a la hora de su elaboración.
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