Me atrae y reclama como el aceite al pan. Nunca hubiera podido imaginar la necesidad que en ocasiones siento de adentrarme en paisajes e imágenes que me brinden la serenidad y el sosiego que yo no sé encontrar. Y más ahora que mis ilusiones y fuerzas flaquean en medio de un tiempo convulso; excesivo y preocupante tiempo convulso.
Hermosa quietud la de los campos en espera, la de los olivos en espera, la de las carrascas, la del surco también en espera. Mano a mano con el silencio y la dulce presencia de un sol sin distingos. Nada es exagerado, todo se hace suficiente ante una mirada empeñada en tejer no más de tres suspiros. Es entonces cuando la vida se vuelve a arrimar despacito, casi de puntillas, para saborearla sin dolor y sin inquietudes.
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