Desapercibidos pasan los minutos y hasta las horas. El juego sonoro prosigue mientras el pensamiento pierde el hilo de su discurso. La danza sobre las piedras intenta no perder el compás de la música. No hay guión, sólo una ordenada improvisación ante la ausencia de ensayos.
El silencio no puede con el incesante rumor para despedir el día. Un pequeño guijarro, glup, desequilibra por unos escasos segundos el sonoro discurrir. Y es todo tan plácido, tan bello y tan amable.
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