miércoles, 13 de septiembre de 2023

01184 Las Caléndulas

BOTÓN DE ORO


Nunca me había fijado en las caléndulas hasta aquel día en el que Ángel y Conchita, en la pequeña y entrañable localidad de Pilzán, a la que fui amablemente invitado, me hicieron sabedor de sus magníficas propiedades.

Fue un día inolvidable. Disfruté con unos magníficos paisajes, comimos, bebimos, en su justa medida, reímos, conversamos y sobre todo, aprendí. Aprendí no solo de la naturaleza de las caléndulas, sino de lo que es querer al pueblo que te vio nacer y que se mantiene todavía en pie, gracias al tesón de media docena de familias. A enamorarme de las palabras, dulces y ajustadas, mientras se me hacía conocedor de lo que fue este lugar en el pasado, hasta llegar a su incierto presente y sin querer imaginar qué será de él en un futuro. Aprendí a escuchar de nuevo el silencio, a imaginar cómo fue esa escuela ahora cerrada, a impregnarme de nuevos aromas, limpios y profundos aromas. A no mirar el reloj en toda la jornada, a divisar el horizonte, mientras saboreaba el dulzor de unas brevas recién cogidas de una higuera aparentemente olvidada. Y entre otras muchas cosas más, me ratifiqué en que para conocer la dicha, no se necesitan muchos mimbres.

No sé qué me ha pasado. El corazón, y no mi cabeza, se ha adueñado del teclado. Quería hablar de las caléndulas, esa planta tan desapercibida para mí hasta aquel día. Pilzán lo guardaba para otra ocasión, pues dio mucho de sí. 

El caso es que almorzamos en una torreta, a la sazón, casa de campo, que Ángel y Conchita tienen próxima a Pilzán. A la vista de donde dimos buena cuenta de unas deliciosas viandas, se divisaba un buen número de pequeñas flores amarillas y anaranjadas. A mis ojos les parecieron un pequeño y atractivo espectáculo. Pregunté acerca de las flores y Conchita me ilustró que se trataba de caléndulas. A continuación, añadió que la flor de la caléndula y el aceite que se extrae de esta planta, se utiliza como remedio medicinal para la piel, tratar el acné y curar pequeños eczemas. Mientras esto me decía, acariciaba entre las palmas de sus manos unas cuantas flores de caléndula.

Cuando vuelva a ver esta flor, ya no tendré que preguntar de qué se trata. Aquel día quedó muy clavada en mis retinas, como se asentó en mi memoria mi estancia en Pilzán, con Ángel y Conchita, junto a Chema, Carmen y Gloria. Muchas gracias, amigos. 





2 comentarios:

  1. Fernando, hoy he vuelto a releer tu articulo sobre las gauchas, calendulas en castellano, y me ha encantado el cariño que plasmas en tus comentarios.

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    1. No te puedes ni imaginar, querido Ángel, lo que significó para mí ese entrañable viaje y que espero volver a repetir. Un abrazo.

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