lunes, 9 de noviembre de 2020

00931 Las Pastas de Bego

 LAS DE LOS CUATRO CIENTOS


Estas sencillas y deliciosas pastas tendrán otro nombre, pero para mi y para este caleidoscopio vital, siempre serán las "pastas de Bego". Fue ella, Bego, una hermana de mi cuñada Ana, quien en una comida familiar las incorporó para endulzarnos a los comensales el café. 

Tras una opípara comida, parecía imposible que pudiera entrar en nuestros saciados estómagos alimento alguno más. Pero no, allí estaban las pequeñas y sabrosas pastas de Bego para llevarnos la contraria. Entre los reunidos, quienes ya las conocían se mostraron recatados, pero el resto, y reconozco que yo a la cabeza, colaboramos a que sobre la mesa no quedara ni una para muestra. Treinta segundos, el tiempo que se tarda en consumir una de las pequeñas y singulares pastas, bastaron para elogiarlas y pedir a Bego la receta de su elaboración. "Es una tontería", manifestó Bego. "No tienen ningún secreto. Son muy sencillas de hacer", continuó.

Empezó diciendo que ni siquiera era necesario apuntar la receta en un papel. Solo había que acordarse de que se trataba de las pastas de los cuatros cientos. Es decir, 100 gramos de mantequilla, otros 100 gramos de azúcar, 100 gramos de almendra molida y 100 gramos de harina. Con estas cantidades se pueden elaborar en torno al medio centenar de pastas.

Mezclamos bien los cuatro ingredientes hasta conseguir una masa homogénea. Formamos un rulo y lo envolvemos en papel film. Introducimos el rulo en el frigorífico por espacio de entre seis u ocho horas, o hasta que observemos que la masa está compacta. Sacamos el rulo del frigorífico, le quitamos el papel film, y lo vamos cortando a ruedas no muy gruesas que depositamos en una bandeja de horno que previamente habremos cubierto con papel sulfurizado. Introducimos la bandeja en el horno a 180 grados por espacio de 20 minutos, las depositamos en una fuente hasta que se enfríen y listas para comer y disfrutar.

En cuanto a los grados y tiempo de horneado tengo que hacer una observación. La primera vez que las cociné siguiendo al pie de la letra la receta, se me chamuscaron un poco. Las pastas pasaron del color dorado al oscuro en un abrir y cerrar de ojos. Se pudieron comer, pero nada que ver con las que probé la primera vez. En la siguiente ocasión, la temperatura del horno la fijé a 150 grados y sin quitarles los ojos de encima. Cuando adquirieron el color característico de las pastas horneadas las saqué del horno. Quiero decir con esto,  que depende del horno admitirán más o menos temperatura. De cualquier manera, sea a 180 o 150 grados, hay que estar atentos a que no se nos pasen de color.

Estas pastas de Bego son muy apropiadas para esos fines de semana del otoño o del invierno en los que la cocina parece llamarnos a voces para que el olor, el sugerente y acogedor olor de la cocina doméstica, lo inunde todo.


















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