miércoles, 3 de septiembre de 2025

01714 Escribir Para Recordar

 TERAPIA


A lo largo de este caleidoscopio vital, me he preguntado en innumerables ocasiones el motivo de mi empeño por continuar alimentando este blog. Cuando me entra la neura/duda de abandonar o de seguir con él, siempre vence, hasta la fecha, el hacia adelante. El agarre a tal cuestión no resulta ser siempre el mismo, aunque hay una constante que se repite llegado el momento; lo necesito, tengo necesidad de mantenerlo vivo y activo.

Hace unos cuántos días que vuelvo a arrastrar esta duda/neura. De hecho, el número de publicaciones ha descendido considerablemente en los dos últimos meses. Algo también tiene que ver, me imagino, el calor y el cansancio de mis días de huerto, cuya limpieza de su entorno parece no tener fin.

Animado sin ánimo, me he sentado frente al ordenador sin saber sobre qué escribir. No se me ocurría nada por más empeño que le he puesto. Así, que visto lo cual, me he ido a mi archivo fotográfico por si veía algo sugerente y que tuviera relación con las diez mil cosas que me gustan. Algunas imágenes de las que he visionado podían cumplir con los requisitos de este blog, pero finalmente las he ido descartando. Unas por pura pereza y otras, contagiadas por la desacostumbrada pereza. Cuando estaba a punto, un día más, de dejarlo estar, me he encontrado con la imagen que ilustra esta entrada. Data de hace catorce años y está tomada en unas vacaciones en Huelva; en concreto en El Rompido. La imagen recoge el premio diario con el que me agasajaba tras una buena y saludable caminata.

La instantánea, además de recordarme aquellos felices días de sol, playa y ocio en familia, me ha traído a la memoria una costumbre, que no era otra que la de agradecer y saludar a cada nuevo amanecer con un sencillo gesto. Aunque viniesen mal dadas, no importaba, siempre había un motivo para expresar mi gratitud a cada amanecer, a cada día de vida. Pero llegó una nefasta jornada en la que mi desencuentro con ella, con la vida, fue rotundo. A partir de ese instante, se fueron sucediendo una serie de acontecimientos que debilitaron mi existencia y mi forma de ver las cosas. Fue un tiempo convulso y desnortado. Desatendí mi vida, descuidé mis días y todo aquello en cuanto creía. Hasta clausuré saludar a los amaneceres. Es cierto que el tiempo todo lo cura. Y pasó el tiempo. Y si no curó todos mis pesares, al menos sí que consiguió cicatrizar muchas de las heridas que quedaron abiertas durante aquellos años. 

Volví a encauzar mi vida, aunque bajo mínimos. Recuperé algunos gustos y costumbres, entre estas, la de saludar a cada nuevo amanecer. Poco a poco torné a sentirme vivo. Mucha culpa de ello la tiene, precisamente, este caleidoscopio vital de buenas sensaciones y mi necesitado huerto.

Remiro de nuevo la imagen, y además de traerme al presente aquellos buenos y hermosos momentos, me dice que tengo que seguir escribiendo, aunque solo sea para obligarme a recordar los buenos y sentidos momentos que han acompañado a mi vida. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario